Se encuentra en el barrio de Santa Cruz. Con unos 140 metros de longitud, comienza en
la Plaza de Alfaro y desemboca en la calle Vida.
También llamada
"Callejón del agua" y antiguamente "Muro del agua". Es un adarve, es
decir, una calle que circula pegada a la muralla de la ciudad. Este
tramo de la muralla lleva en su interior dos tubos que conducían el agua
de los Caños de Carmona hasta los jardines de los Reales Alcázares; y
de aquí tomó el nombre la calle. Hasta la reforma del Barrio de Santa
Cruz en los primeros años del siglo XX.
Los jardines son fruto también de una cesión en 1911 de otra porción,
situada al noroeste, de la Huerta del Retiro del Alcázar, tienen una
extensión de 8.854 metros cuadrados, se construye entonces un nuevo muro
de cerramiento de los jardines del Alcázar, desde el callejón del Agua
hasta el Paseo de Catalina de Ribera, tal y como se encuentra en la
actualidad.
Al final de este callejón se encuentran los jardines de Murillo, que
presentan una composición basada en caminos en retícula formados
mediante setos y pavimentos.
El antes Concejal del Ayuntamiento de Sevilla y abogado, Baldomero
Laguillo Bonilla fue el que propuso el nombre de Jardines de Murillo a
dichos jardines por encontrarse cerca de la casa donde nació el célebre
pintor Bartolomé Esteban Murillo.
Está en el
antiguo barrio de San Bartolomé, aquel que formaba la Judería de Sevilla
cuyo epicentro, como no podía ser de otra forma, es el barrio de Santa
Cruz. La primera característica que destaca es que es muy estrecha, en
algunos puntos puede tocar con los hombros las paredes de la misma pero
también destaca por su color: el verde.
Y no porque se la haya pintado de ese color sino porque la Naturaleza lo invade todo dando un colorido especial.
Thank you for watching
Pasear
por ella, cuando se siente los rigores del verano hispalense -o nuestra
primavera- es toda una sensación de frescor. Enlaza una de las plazas
que da a la avenida de Menéndez y Pelayo con la calle Céspedes. Es un
claro ejemplo de construcción de la Sevilla más antigua, angosta,
pequeña, fresca, especial.
Su arquitectura te transporta a otros
tiempos, con las calles con la típica loza sevillana de barro y puertas
que parece del XVIII. Allí puede encontrarse con la Casa de los Padilla,
hoy parte de un negocio hotelero y una de las más antiguas de la
ciudad. Así es localizables por el escudo de armas de la familia en uno
de los frentes de los capiteles de las columnas junto al vistoso
colorido albero y burdeos tan ligado a Sevilla.
Fue el escenario
de la famosa matanza de los judíos por una masa encolerizada que calentó
el arcediano de Écija allá por las postrimerías del siglo XIV y que
pasaron a cuchillo al 90% de la población del barrio.
Pero
tampoco está exenta de fenómenos extraños como, por ejemplo, los que
vivió un vigilante de seguridad en el año 1992. Era las cinco de la
mañana y llamó a la Policía sevillana por que dijo haber sido testigo de
una aparición fantasmal, vio lo que se denomina como un «ensotanado»,
un «tipo» que vestía una túnica y tenía una larga cabellera blanca. Esa
aparición lo miró y sonrió para desaparecer atravesando la pared.
La
leyenda va más allá cuando otras personas hablan del ensotanado de la
calle Verde, del fantasma o de como, en este mismo lugar, se encontraron
dos tumbas.
Sea como fuere la calle Verde es una explosión para
los sentidos, el aroma a jazmín a azahar de los patios cercanos lo
invade todo, el verdor predomina en contraposición con las casas y la
luz de las lámparas, desde su cofre de hierro forjado, ilumina las
noches de forma lúgubre dando un aspecto de «otro mundo» a esta calle de
Guinness de los Records, una calle de cuentos de hadas donde disfrutar
de ese aspecto de otro tiempo que tiene.
Está en el barrio de Santa Cruz. Comienza en la Plaza de Doña Elvira y desemboca en la calle Pimienta, realizando un quiebro en ángulo recto en la mitad de su recorrido.
El Barrio de la Judería de Sevilla tiene mucho de misterioso. Por sus calles estrechas, las noches de luna llena, aún se pueden escuchar y sentir los pasos de los pies descalzos de la "fermosa Susona"", aquella que vendió su judío padre a su cristiano amante y cuando su padre fue ajusticiado en Tablada, se arrepintió y pidió que su cabeza fuera colgada en la puerta de su casa, en la calle Muerte, luego Calle Susona.
Tras esa breve pincelada, José de Mena nos desarrolla la historia en su contexto:
Los judíos sevillanos, tras la persecución de que fueron objetos en 1391, habían obtenido la protección de la Autoridad Real y vivían con ciertas garantías, pero no por ello se sentían del todo seguros, y soportaban innumerables vejaciones.
Esto despertó, en algunos de ellos, un rencor que pronto había de convertirse en afán de venganza. Y al efecto, un judío principal llamado Diego Susón, ideó un plan que habría de sembrar el terror en Sevilla, y con la idea, quizá, de organizar un general levantamiento de judíos en todo el reino.
Recordaban los judíos que las persecuciones de los visigodos dieron ocasión a que los judíos de aquel entonces organizasen una rebelión, al mismo tiempo que facilitaron a los árabes la invasión de España. Así comenzaron en casa de Diego Susón a celebrarse reuniones secretas para estudiar el plan de lo que sería la gran sublevación judía de España.
Tenía Diego Susón una hija, a la que, por su extraordinaria hermosura, se llamaba en toda Sevilla la "fermosa Susona". Y ella, engreída por la admiración que despertaba su belleza, llegó a hacerse ilusiones de alcanzar un alto puesto en la vida social. Así, a espaldas de su padre se dejaba cortejar por un mozo caballero cristiano, de uno de los más ilustres linajes de Sevilla, que tenía en su palacio un escudo de gloriosa heráldica. La bella Susona, se veía a escondidas con el galán caballero y no tardó en ser su amante.
Cierto día, cuando Susona dormía en su habitación, se reunieron, en la casa, los judíos conjurados para ultimar los planes de la sublevación. Pero Susona no dormía porque como todas las noches, aguardaba a que su padre se acostase, para huir de ella, sigilosamente de la casa, a reunirse con su amante hasta el amanecer.
Susona, escuchó palabra por palabra toda la conversación de los conspiradores (...) y mientras tanto, su corazón latía angustiado, pensando que entre los primeros a quienes darían muerte, estaría su amante, que era uno de los caballeros más principales de Sevilla.
Aguardó a que
terminase la reunión de los judíos, y cuando todos se marcharon y su
padre se acostó, la bella judía abandonó la casa, marchó por las calles
de la Judería, hacia la actual de Mateos Gago, por donde se salía del
barrio. Desde allí se dirigió a casa de su amante, y entre sollozos le refirió todo lo que había oído. Inmediatamente el caballero acudió a casa del Asistente de la Ciudad,
que era el famoso don Diego de Merlo, y le contó cuanto la bella Susona
le había dicho.
Acto seguido don Diego de Merlo, con los alguaciles más
fieles y de confianza, bien armados, recorrió las casas de los
conspiradores, y en pocas horas los apresó a todos.Pasados unos días todos ellos fueron condenados a muerte y ejecutados en la horca, en Tablada, donde se ejecutaba a los fascinerosos, parricidas y peores criminales, cuyos cadáveres quedaban todo el año colgados, y una vez al año se cogían sus restos y se enterraban en el cementerio de ajusticiados, en el Compás o Patio del Colegio de San Miguel frente a la Catedral.
El
mismo día que ahorcaron a su padre, la fermosa fembra reflexionó sobre
su triste suerte. Aunque su denuncia había sido justa, no la había
inspirado la justicia sino la liviandad, pues el motivo de acusar a su
padre fue solamente para librar a su amante y poder continuar con él su
vida de pecado. Atormentada por los remordimientos, acudió Susona a la
Catedral pidiendo confesión. El arcipreste, que lo era don Reginaldo
Romero (…) la bautizó y le dio la absolución, aconsejándole que se
retirase a hacer penitencia a un convento, como así lo hizo y allí
permaneció varios años, hasta que sintiendo tranquilo su espíritu volvió
a su casa donde en lo sucesivo llevó una vida cristiana y ejemplar.
Finalmente, cuando murió Susona y abrieron su testamento encontraron una cláusula que decía: "Y para que sirva de ejemplo a los jóvenes y en testimonio de mi desdicha mando que cuando haya muerto, separen mi cabeza de mi cuerpo, y la pongan sujeta en un clavo sobre la puerta de mi casa y quede allí para siempre".
Se
cumplió el mandato testamentario, y la cabeza de Susona fue puesta en
una escarpia sobre el dintel de la puerta de su casa, que era la primera
de la calle que hoy lleva su nombre. El horrible despojo secado por el
sol, y convertido en calavera, permaneció allí por lo menos desde
finales del siglo XV hasta mediado el XVII según testimonios de algunos
que la vieron ya entrado el 1600. Por esta razón se llamó calle de la
Muerte, cuyo nombre en el siglo XIX se cambió por el de calle Susona que
ahora lleva.
Ésta fue la triste historia de una mujer que movida por el amor y por el pecado carnal, entregó su propio padre al patíbulo y que después acosada por los remordimientos no pudo gozar de aquel placer que tan sangrientamente había buscado.
Este episodio aunque parezca
legendario es rigurosamente histórico, incluso la frase jocosa que
pronunció Diego Susón cuando le llevaban al suplicio, y de la que hay
constancia por testigos presenciales.
Comunica la Plaza Jesús de la Pasión y la Calle Alonso el Sabio. Tiene esta denominación desde 1429,
siendo fiel al trazado que tiene. El tramo que está más cerca de la
plaza antes mencionada, se denominaba entre 1460 y 1585 como Herreros o Hierro Viejo, ya que todos los vecinos eran herreros. Así se hace constar en un documento de 1520.
Una barreduela, en la acera de los impares, era conocida desde el siglo XVII, por Callejuela de los Trapos. Pero la reforma del callejero de 1845 pasó a denominarla como Siete Revueltas.
Es una vía con trazado bastante
irregular, compuesta de siete tramos que forman ángulos a izquierda y
derecha alternativamente. La barreduela de los Trapos, tenía salida a la
actual Calle Alcaicería en el siglo XVII. Este acceso
debió cerrarse con posterioridad, ya que los vecinos intentaron en
varias ocasiones que se volviera a abrir. Hecho que no llegó a
producirse ante la negativa del Ayuntamiento.
El suelo ha sufrido diversas
modificaciones a lo largo de su historia. Existen noticias de su
enladrillado desde 1502; en 1900, es pavimentada; y en 1911, adoquinada,
que es como se encuentra actualmente. Las aceras brillan por su
ausencia, y los salvarruedas están presentes en algunas casas.
En tiempos pretéritos, fue una calle con
mucho tránsito por la que circulaban numerosos carruajes. Este hecho
trajo como consecuencia, peticiones de los vecinos para que se cerrase
al público mediante la instalación de marmolillos.
A lo largo del tiempo, han sido varias las imprentas que se han establecido en esta calle (Andrea Prescioni, Juan León, Tomás López de Haro, Juan Berlanga, los Puertas). También hubo una fábrica de cera, de la que se quejaban los vecinos por el fuerte olor que desprendía.
Dada la configuración de la calle, nunca se ha caracterizado por tener un ambiente. Muñoz y Pabón sitúa en Siete Revueltas, la casa de citas de la Alcahueta de la Lagarta, a la que acudía Miguel de Mañara.
Se encuentra situada en el interior del célebre barrio de Santa Cruz. Comunica la calle Argote de Molina con la calle Abades. Es ésta una calle de muy corto recorrido y de trazado ligeramente
curvo, que cuenta con las características habituales de las vías
interiores de esta zona de la ciudad, donde en tiempos pasados estuvo
asentada la judería.
Por ello, pueden reconocerse en ella la estrechez de sus tramos,
la alineación irregular de sus muros, propia de las calles del barrio, o
las diminutas aceras con que cuenta por falta de espacio.
De uso predominantemente residencial, esta calle se encuentra
flanqueada a ambos lados por edificios de poca altura que en gran modo
responden a la arquitectura tradicional sevillana, visible tanto en sus
proporciones como en sus texturas y colores.
Apartada de los típicos recorridos turísticos y comerciales de otras
calles cercanas de este mismo barrio, su imagen presenta un aspecto en
general algo intimista y sosegado.
De desarrollo casi rectilíneo y con una notable longitud, su
trazado discurre paralelo y entre dos de los hitos más importantes de la
ciudad: el río Guadalquivir y la Alameda de Hércules
Con varios edificios de carácter religioso en su recorrido, tiene su comienzo muy cerca de la Plaza de San Lorenzo y acaba a las puertas del convento de San Clemente, contando además con algunas casas-palacios y otros edificios de interés.
El Palacio de los Condes de Santa Coloma es notable casona de dos plantas de altura que conserva casi, en su
totalidad, su primitiva configuración de casa-palacio sevillana, siendo
un valioso ejemplar de la arquitectura barroca local. Su construcción es de finales del siglo XVII,
promovida por don Antonio Bucarelli, marqués de Valle-Hermoso; cuya
familia estaba asociada a virreyes y capitanes de la época de mayor auge
durante la expansión española en América.
De fachada muy sobria organizada en calles verticales por pilastras que centran huecos espaciados de manera regular. En ella, destaca su
portada de dos cuerpos de altura, que da paso a la dependencia que sirve
de zaguán-apeadero.
De corte barroca, esta portada se enmarca entre pilastras que soportan
una cornisa sobre la que se crea el balcón principal en el cuerpo
superior, muy ornamentado y con molduras curvas donde se incluye la
heráldica familiar.
La historia del Convento de Santa Clara está ligada a la de doña María Coronel,
aristocrática sevillana que llegó hasta él huyendo del asedio a que
estaba sometida por Pedro I "el Cruel" (también llamado "el
Justiciero"). Aquí profesó como religiosa, antes de pasar a fundar el de Santa Inés, el segundo monasterio de monjas clarisas de la ciudad de Sevilla.
De la existencia del monasterio existe documentación desde 1289,
fecha en la que el rey Sancho IV el Bravo hace donación de unas casas
con jardines, que por entonces formaban parte del palacio de su tío el
infante don Fadrique, a una comunidad de monjas clarisas que se instalan
allí.
Desde el 15 de febrero de 2011 y tras ocho años de trabajos de restauración, parte del convento abre
sus puertas al público como "Centro Cultural Santa Clara" con la
exposición "Sevilla y los Machado".
El Convento de San Clemente fue fundado en 1248 por Fernando III el Santo, que habiendo entrado con sus tropas en la ciudad de Sevilla un 23 de noviembre, festividad de San Clemente, convino erigir un monasterio dedicado al Pontífice.
Muy ligado a la Corona, recibió, en su clausura, a importantes
damas de la sociedad sevillana de época medieval; tanto que el
monasterio acabó siendo elegido Panteón real, iniciándose en ello la
infanta castellana Doña Berenguela, hija primogénita de Alfonso X, que
permanece enterrada aquí. Medio siglo después, la reina de Castilla Doña
María, esposa del Alfonso XI y madre del Pedro I, siguió también sus
pasos. Y también Doña Beatriz de Castilla quien, no obstante, sería la
última en ordenar su entierro mediante testamento en la Iglesia de este
convento.
Destaca su iglesia, construida en el siglo XIV sustituyendo a otra anterior, concluida en 1588 y consagrada el 30 de septiembre durante el reinado de Felipe II.
De una sola nave y dimensiones excepcionales como iglesia de un convento, se cubre por un espléndido artesonado mudéjar de cinco paños, observándose también paramentos cubiertos en su parte
inferior por azulejería cerámica pintada y una valiosa cubierta de
madera en el Coro Bajo, obra del siglo XVII.
Se encuentra situada en el centro histórico de la ciudad, dentro del barrio de San Lorenzo. Está emplazada en el cuadrante noroeste de la vieja ciudad intramuros y discurre en dirección perpendicular al río, enlazando la Alameda con la calle San Vicente.
Es ésta una calle relativamente larga y de trazado casi recto, que
recorre parte de la zona norte de la ciudad en sentido radial, del
centro a la periferia o viceversa.
Presenta una anchura muy desigual a lo largo de toda su
trayectoria, por lo que incluye algunos tramos bastante amplios junto
con otros más estrechos. Además también presenta una desigual alineación
entre sus edificios a lo largo de los distintos tramos, debido a
retranqueos e irregularidades en el parcelario de una trama urbana
asentada en este barrio desde hace siglos.
Abierta al tráfico rodado, la calle cuenta con aceras a ambos
lados, de desigual tamaño debido a los retranqueos de los edificios,
protegidas con macetones y bolardos contra la invasión de los vehículos.
Los edificios que se levantan en ella son en su mayoría de
carácter residencial, con casas de una media de tres o cuatro plantas de
altura, que en general responden a la tipología tradicional. Entre
ellos también existen algunos elementos singulares como son el convento
de Santa Ana o la casa-palacio de los Marqueses de Medina.
También conocida como Palacio del Infantado, esta casa-palacio sevillana tiene su origen en el siglo XVIII, mandada construir por los que fueron entonces sus propietarios, los marqueses de Medina. Su construcción se cree que fue realizada entre los años 1785 y 1799.
De ella destaca especialmente su bella portada principal,
realizada con gran porte, y que se ubica en uno de sus extremos, estando
organizada en tres niveles o alturas. En su cuerpo inferior aparece el
hueco de entrada a la casa, de arco muy rebajado, enmarcado entre columnas pareadas. El hueco de la planta alta es también de tipo rebajado y muy moldurado, y se presenta flanqueado entre columnas de orden jónico. Y finalmente, y como elemento de coronación, la portada muestra en su
parte superior el escudo de familia de los Medina, que aparece enmarcado
entre pilastras y cobijado bajo una cornisa sobre la que apoya un frontón recto.
El resto de la fachada, de dos plantas de altura, aparece estructurado mediante pilastras careadas de orden gigante, entre las que se enmarcan los grandes huecos que se abren al exterior.
El convento de Santa Ana se funda en el año 1537 en la población de Paterna del Campo, instalándose la comunidad de Carmelitas Calzadas en Sevilla unos años más tarde, en 1564,
a instancias de fray Alonso de Bohórquez, por entonces provincial del
Carmelo. Su primera casa, en esta ciudad, la tuvieron en la calle Rosario,
pasando a alojarse definitivamente en su actual casa de la collación de
san Lorenzo en 1606.
De dimensiones relativamente pequeñas, circunstancia que se vio
aumentada por distintas ventas de parte de su terreno para garantizar la
supervivencia de la comunidad, su núcleo principal es principalmente
obra de los siglos XVII y XVIII, al que se añadieron otras intervenciones en el siglo XIX y reformas posteriores.
Se espacio se ajusta a la esquina formada por las calles Santa Clara y Santa Ana, con el fondo del terreno del convento, próximo a la tapia de la calle Roelas, destinado a huerto y jardín.
Destaca al exterior el volumen de su iglesia, construida en una sola nave y cubierta con una bóveda de cañón. Su portada, muy sencilla, presenta un recercado formado a partir de
parte de la fábrica de ladrillo rehundida, y justo a su lado puede verse
un retablo cerámico dedicado a su titular, Santa Ana, obra realizada en
el año 1995.
Es una vía histórica de la ciudad. La calle tiene algo más de 700 metros de largo. Comienza en la plaza de San Marcos y tiene su final en la Puerta de la Macarena, junto a la Ronda Histórica y las antiguas murallas de la ciudad, en un nudo en el que confluyen las calles Bécquer, Macarena, Resolana y Parlamento de Andalucía. En su primer tramo (hasta el número 69 en impares y 88 en pares) marca la división entre los barrios de San Julián y de la Feria; desde ese punto entra en el barrio de San Gil.
A lo largo de esta vía, así como en su entorno, se encuentran
numerosos elementos urbanos de enorme importancia histórica y
arquitectónica, de diferentes épocas, entre los que destacan la Iglesia
de San Luis de los Franceses, antiguo noviciado de los jesuitas, que da nombre a la calle; las parroquias gótico-mudéjares
de San Gil, Santa Marina y San Marcos; la plaza y el palacio del
Pumarejo y la basílica de La Macarena.
La
calle San Luis, junto a su continuación Bustos Tavera, ha constituido
históricamente una de las arterias principales de comunicación en
dirección norte sur de la ciudad de Sevilla. Primitivamente, fue uno de
los caminos que se abrían fuera de la ciudad, desde la puerta norte de
la ciudad que se encontraba, donde hoy se levanta la iglesia de Santa Catalina, y suponía una continuación del cardo máximo que comenzaba en la calle Alhóndiga.
Con la ampliación de la ciudad, en
el siglo XII, y la extensión de la muralla hasta la Macarena, el camino
de salida se convirtió en calle, que culminaba en el nuevo límite de la
ciudad en la puerta de La Macarena. En el siglo XX, fue perdiendo parte
de su importancia a partir de los ensanches llevados a cabo, en los que
la calle Feria, paralela a ella, con mayor longitud y anchura, le robó el protagonismo.
Hasta el siglo XIX, fue denominada calle Real ya que constituía el
camino "oficial" de entrada de los reyes a la ciudad procedente del
norte, a través de la Puerta de la Macarena para llegar hasta el centro.
Por esta ruta entraron Alfonso XI (1327),Isabel I de Castilla (1477), Fernando II de Aragón (1508), Carlos I para su boda con Isabel de Portugal (1526), y Felipe IV (1624). Por esta razón fue denominada "Calle Real" hasta el siglo XIX.
La iglesia de San Marcos es un templo gótico-mudéjar del siglo XIV con portada del XV de estilo gótico realizada en piedra, con arquivoltas. A los lados tiene pequeñas figuras sobre pedestales y con doselete, y en el frente, una franja horizontal decorada con tramos de sebka de tipo mudéjar.
Constituye una de las portadas más interesantes en este tipo y su
belleza resalta sobre el frente de ladrillo con el que se construye la
fachada; una combinación que caracteriza a los templos de esta
tipología.
Su torre es de planta cuadrada, esbelta y situada en fachada. Con ventanas geminadas enmarcadas por alfiz y decoración de paños de sebka, corresponde al alminar de la antigua mezquita que existía en el lugar anterior a la propia iglesia, y está coronada por un campanario de 1603 atribuido a Vermondo Resta.
Además existen tres destacados conventos en las proximidades de esta plaza el de Santa Isabel, en la plaza del mismo nombre, el convento de Santa María del Socorro, con acceso por la calle Socorro y el monasterio de Santa Paula.
La Iglesia de San Luis de los Franceses constituye el más suntuoso de todos los templos del barroco hispalense. Sus obras comenzaron en 1699 dirigidas por Leonardo de Figueroa,
con trazas quizás venidas de fuera, desde la casa profesa de los
jesuitas de Roma; lo cual justificaría lo poco habitual de la solución
espacial adoptada y su falta de adecuación al lugar, que por carecer de
la perspectiva apropiada, no permite apreciar la monumentalidad de su
espléndida fachada.
En su interior, su programa iconográfico de exaltación jesuítica cubre los muros y la cúpula de la iglesia, donde dejan parte de su mejor trabajo profesional artistas de la talla de Lucas Valdés o Pedro Duque Cornejo.
El retablo mayor, con lienzos de la escuela de Zurbarán, combina con
acierto cuadros de distintos formatos con espejos, relicarios y
cortinajes.
La Iglesia de Santa Marina es una de las más antiguas de Sevilla. La primera construcción de dos de
sus capillas laterales puede fecharse alrededor de 1265. A comienzos
del siglo XIV se construía la torre y en ese mismo siglo se levantaría
el cuerpo principal. No obstante, las primeras noticias fiables son de
1356, cuando un terremoto obligó a la reedificación del templo.
Su portada principal es de piedra, con arco ojival de ocho
arquivoltas; cuenta con decoraciones de puntas de diamante, líneas en
zigzag y pequeñas esculturas sobre pedestal, todo ello bajo un pequeño tejaroz de piedra con canes labrados con forma de cabeza de león.
La torre se sitúa adosada al templo y se perfila como una torre
mudéjar de planta cuadrada y construida con ladrillo. Presenta
característicos arcos polilobulados sobre los huecos y doble encimado superior, propios de la decoración
almohade, y un remate de almenas escalonadas de coronación realizado
tras la restauración llevada a cabo por José Gestoso en 1885.
La plaza del Pumarejo fue creada durante el siglo XVIII, cuando Pedro Pumarejo, caballero Veinticuatro del Ayuntamiento de la ciudad, adquirió y derribó la manzana de casas
existentes entre la Calle Real y la calle Lázaro Díaz (hoy
desaparecida), convirtiendo el solar en plaza que sirviera de pórtico a
su nueva casa-palacio. En el centro de ella se colocó una fuente
antigua, de la que hoy sólo se conserva un trozo en el monumento a doña Catalina de Ribera.
En el lado del este destaca el edificio que da nombre a la Plaza: la casa palacio del Pumarejo, o simplemente "La Casa" como es conocida en el barrio.
La Iglesia de San Gil fue fundada en la segunda mitad del siglo XIII, casi inmediatamente después de ser conquistada la ciudad por Fernando III el Santo,
corresponden sus primeros años de construcción a una antigua mezquita
cuyos restos se conservan en la base de la torre y en la Capilla del
Sagrario.
Pronto sería reformada en el siglo siguiente, cuando se
levantaron sus tres naves, las dos portadas góticas de arcos apuntados,
una en el lado del evangelio y la otra en el de la epístola, y la torre.
Sus tres naves se cubren con la característica armadura de madera, mientras que el cuerpo de campanas de la torre lo hace con un alto chapitel revestido de cerámica vidriada en azul y blanco. Fue de nuevo remodelada y ampliada en el siglo XVIII,
sustituyéndose sus viejas techumbres de madera, y levantándose el cuerpo
de campanas de la torre.
Interiormente cuenta con un paso que la comunica con la Basílica de la Macarena. Este templo se inauguró oficialmente el día 18 de diciembre de 1949,
festividad de la Esperanza. Se construyó a instancias del general Queipo
de Llano al resultar pequeña la iglesia de San Gil para alojar a los
miembros de la Hermandad de la Esperanza Macarena, con sede en ella, para la salve de los sábados; decidiéndose por entonces construir un templo propio.
Proyectada por Aurelio Gómez Millán es una iglesia de una sola nave, con capillas-hornacinas y un camarín central, accesible al público desde atrás, donde se aloja la imagen de la Esperanza Macarena en su espectacular retablo mayor decorado con relieves de la Anunciación. Se encuentra comunicada en su interior con la iglesia de San Gil.
El título de Basílica Menor le fue otorgado por el Papa Pablo VI en 1966 y declarado públicamente por el cardenal Bueno Monreal el 7 de octubre de ese mismo año.
La puerta de la Macarena, también conocida como arco de la Macarena, es uno de los tres accesos a la ciudad que se conservan en la actualidad de la antigua ciudad amurallada. Se encuentra situada el final de la calle San Luis en la confluencia con la calle Resolana y junto a la basílica de la Macarena. Su aspecto actual data de 1795 cuando fue reedificada por el arquitecto José Chamorro, que le confirió un estilo clasicista.
Está dedicada a San Isidoro, advocación de
la Iglesia ubicada en la misma calle, a la que da el muro de la
Epístola de la misma.
Durante siglos se la identifica por los puntos que comunica: Francos y
la parroquia de su nombre. Según Arana Varflora, se denominó del
Licenciado Diego Hernández, sin aportar más datos. A mediados del siglo XVIII ya se la conoce como San Isidoro, aunque se distingue la parte
inmediata a la iglesia, a la que se califica de plaza o plazuela, la
cual, en el plano de Arjona (1832), es llamada de las Campanas, por
encontrarse en ella el campanario y diferenciarla de la otra plaza del
mismo nombre.
En 1845 quedaron los dos tramos unificados en una sola
calle. Posee dos tramos claramente diferenciados, que coinciden con esa
distinción que se hacía antiguamente, separados por la confluencia de
Manuel Rojas Marcos, por la derecha, y de Luchana, por la izquierda. El
primero, con pendiente ascendente, es bastante recto, pero presenta gran
irregularidad en las líneas de fachadas, con varios entrantes y
salientes. En parte esto es producto de operaciones de alineación que se
inician en la segunda mitad del pasado siglo y llegan hasta los años
cuarenta del actual, ya que era y es una calle relativamente estrecha;
en documentos de los siglos XVII y XVIII se la conoce como calleja. El
segundo, con pendiente descendente, posee forma de embudo: comienza
ancho, dando origen a una especie de plazoleta ante la iglesia, pero va
disminuyendo paulatinamente y termina en un tramo recto y estrecho.
En 1514 se enladrilla, y durante la primera mitad del siglo XVI hay
reiteradas peticiones y acuerdos de empedrado. Este sistema se mantiene
hasta el siglo XIX; en 1855 los vecinos solicitan que sea embaldosada,
comprando ellos las losas. En la década de 1910 se adoquinó, y el
pavimento actual es de cemento en ambos extremos, que son peatonales;
el resto está adoquinado. Éste, en el primer tramo ,corresponde
probablemente al de 1910, y se encuentra totalmente desnivelado,
mientras que el del segundo pertenece a una renovación posterior; se
trata de piezas más pequeñas.
También en este tramo existen aceras de
losetas, que se unen al final de la calle, impidiendo el paso de
vehículos, a lo que contribuye un marmolillo de fundición en el extremo.
En el resto no existen aceras, y sólo cuenta con guardaejes. La
iluminación se efectúa por medio de farolas sobre brazos de fundición
adosados a las fachadas, y sobre pies delante de la iglesia, ante la que
hay varios naranjos en alcorques.
González de León (1839) sólo destaca
de esta calle sus hermosas y cómodas casas. Aunque algunas han sido
derribadas recientemente, como la que forma un entrante al final del
primer tramo, se conservan varias de los siglos XVII y XVIII, unas más
monumentales y otras pertenecientes a sectores sociales medios (como la
que posee un azulejo que fecha su realización en 1794) que han sido
rehabilitadas y reformadas. Esta proliferación de casas notables se debe
a que fue una calle habitada por numerosos miembros de la nobleza y del
gran comercio, una de ellas fue construida en el siglo XVIII por el
marqués de Premio Real.
La mayor parte del caserío posee dos o tres
plantas y algunas rematan en magníficos miradores. En el segundo tramo
todas las casas son de reciente construcción. En los bajos de una de
ellas estuvo instalada provisionalmente, en los últimos años, la
parroquia de San Isidoro, mientras se restauraba el edificio, que es de
estilo gótico; a esta calle da la torre fachada, en la que destacan sus
azulejos.
A
la importancia de la calle contribuyó el que fuese lugar de paso. En un
documento de 1611 se dice que era una de las "más pasajeras". Desde el
siglo XIX hubo problema con el trafico de carruajes; intentan los vecinos,
en algunos momentos que se instale un marmolillo para evitar dicho
tráfico, aunque no siempre lo consiguen, como en la actualidad, en que
los coches entran a uno u otro tramo, pero ninguno posee salida de
vehículos. Predomina la función residencial, pero hay varios almacenes
en los bajos y diversas oficinas, así como una academia de enseñanza. En
una casa que se levantaba junto a la iglesia vivió el insigne médico
Juan Muñoz de Peralta, y en ella se reunían, a fines del siglo XVII, una
serie de médicos que fundaron la Regia Sociedad de Medicina y otras
Ciencias de Sevilla, como recuerda una lápida. En la esquina con Francos
se conserva un anuncio de estilo "art decó", de una tienda de artículos
ortopédicos
San Isidoro, 3. Casa de dos plantas y
mirador en uno de los extremos de la fachada, con doble arcada sobre
columnas. La portada, de piedra, se desarrolla en dos cuerpos; el
inferior con pilastras toscanas de fustes acanalados y entablamento con
friso de triglifos y metopas rematado por un frontón partido, que da
paso al balcón, rematado, también, con frontón partido, con un antepecho
de hierro forjado.
San Isidoro, 4-4 dpdo. Casa de dos plantas y ático, con balcones separados por pilastras.
San Isidoro, 8.
Portada con escudo de armas sobre el dintel. El acceso a la casa es un
largo pasadizo al final del cual se encuentra la vivienda, en la que se
conserva un arco almohade.
San Isidoro, 11. Casa de dos plantas, que perteneció a los marqueses de Premio Real y
construida en el siglo XVIII. La portada se compone de pilastras
toscanas con fustes acanalados, sobre pedestales, que sostienen un
entablamento con friso de triglifos y metopas; unos pináculos flanquean
el balcón, rematado por frontón triangular, a cuyos lados se encuentran
las armas de la casa.
San Isidoro, 12.
Casa del siglo XVIII, de dos plantas, la segunda avitolada, y ático con
pilastras pareadas avitoladas en los extremos. La portada va resaltada
sobre medias pilastras toscanas y una gran cornisa sobre la que va el
balcón. La fachada remata en un mirador de silla, decorado con pilastras
toscanas y pinjantes.
San Isidoro, 18.
Casa de tres plantas, que, según reza un azulejo en la fachada, se
remató en 1794. En esta fachada, enmarcada por pilastras, destaca el
balcón central con jambas decoradas con molduras quebradas y rematado
por un frontón triangular.
San Isidoro, 19.
Casa de dos plantas, que recientemente ha sufrido reformas que han
alterado su fachada primitiva. En el interior destaca el patio de
columnas corintias y arcos semicirculares con enjutas decoradas con
cartabones. En el patinillo se conserva una fuente de pared, compuesta
por una hornacina, flanqueada por pilastras toscanas, y rematada por un
frontón triangular.
Es la calle más estrecha de Sevilla, por la que pasear de dos en dos no es una de las mejores ideas. El punto más estrecho de esta calle cuenta con 106 cm. en la que no podremos ni estirar los brazos con facilidad. Se encuentra situada en el entrañable barrio de Santa Cruz, donde las calles estrechas son habituales.
Esta histórica calle es muy característica por su temperatura fresca, algo bastante inusual en Sevilla.
Su estrechez es la que le confiere las temperaturas agradables tan
ideales para todos los que pasean por ella. En ella el sol no se refleja
a ninguna hora del día y la sombra es la que predomina en esta calle y
la mayoría de los rincones del barrio de Santa Cruz.
Su nombre actual, denominada como Calle Reinoso, no es el más conocido por los sevillanos, sino el de la "calle de los besos". Aunque en el siglo XVII era conocida como calle del Moro Muerto, su nombre de calle Reinoso viene dado por el poeta Félix José Reinoso desde 1840, en homenaje al artista, que residía en el barrio de Santa Cruz.
Muchos se preguntan de dónde viene este nombre tan
característico y a quién se lo ocurrió. Como todas las leyendas no se
sabe si la explicación que tradicionalmente se le ha dado es real, pero
lo que sí es verdad es que la calle se ha bautizado así para siempre.
La leyenda cuenta que, al ser una calle tan estrecha, los balcones tenían tal proximidad que los propietarios se podían saludar con dos besos al asomarse a ellos. Este curioso hecho es el que ha impulsado el conocimiento de todos de la calle de los besos.
La calle de los besos es una de las más estrechas del vecindario es una de las más apretadas de toda la ciudad. Para comprobarlo se puede
caminar los escasos 50 metros que conducen desde la Plaza de los
Venerable hasta la calle Lope de Rueda, acabando en las mismas puertas
del Hotel Murillo. La calle Reinoso llega a su culmen de la estrechez, como cuenta la leyenda, en la parte alta de los edificios.
La peculiar disposición de las calles de la antigua judería de Sevilla, estrechas e irregulares, se debía a la defensa de la ciudad y a asegurar la sombra debido a las altas temperaturas. En la calle de
los besos estas teorías cobran especial relevancia debido a su
fisionomía.
La vía se ha reinventado tras varios años de
decadencia tras la desaparición de las tiendas tradicionales y la
apertura de negocios relacionados con la moda u hostelería
La vida de las calles del centro histórico va por barrios. Igual que vías como Sierpes o Cuna tienen numerosos locales vacíos y con el cartel de 'Se alquila', hay
otras como Regina, que se han reinventado y han aparecido desde
comercios de ropa hasta cafeterías o bares.
Este enclave era muy popular
y, antes de la reforma de la plaza de la Encarnación, conectaba el
'mercado provisional' que se llevó en el mismo sitio desde 1973 hasta
2011, la popular José Gestoso y San Juan de la Palma y Feria. En este
lugar, había almacenes de semillas "La Central", zapaterías, panaderías, comercios de muebles o tapicerías.
Con la llegada de la crisis de 2008 y las
obras de 'las Setas', comenzaron a cerrarse esas tiendas que habían
permanecido en esta calle durante décadas y con las actuaciones en el
lugar en el que se abre la vía, desaparecieron los camiones que cargaban
y descargaban en la plaza de abastos. Llegaron los años duros de recepción y, apenas, un par de comercios aguantaron la crisis. Sin embargo, aparecieron emprendedores que apostaron por este punto del centro para abrir tiendas de ropa, bares o cafeterías. La peatonalización eliminó los medios de transporte y llenó los alrededores de Regina y la Encarnación de veladores.
A partir de ese momento, las familias
comenzaron a sentarse en estos lugares y volvió la vida a este lugar
donde, en la actualidad, los padres almuerzan, se toman un café o cenan
mientras que, los niños corretean en el final de Regina o juegan a la pelota al lado del pasaje que se encuentra debajo de la "Plaza Mayor" de la Encarnación. Además, los turistas también pasan por esta calle y la atraviesan buscando San Juan de la Palma y Feria.
Quedaron atrás los vecinos del barrio y los
comercios donde se anunciaban mesas de camilla, sillones, zapatos o se
compraba el pan y las semillas y la calle Regina se ha actualizado con locales donde hay productos italianos, se venden galletas, calentitos o artesanía.
Además, el hecho de que esta calle haya recuperado el ambiente comercial ha favorecido la creación de otras tiendas en el cruce con la calle Jerónimo Hernández o en el entorno de San Juan de la Palma, un lugar que ya conecta con
Feria y sus múltiples establecimientos que se hallan hasta la plaza de
abastos de la vía mencionada anteriormente.
A pesar de la recuperación de la vida de la calle Regina, todavía se observan numerosos grafitis y locales que no están ocupados,
así como algún edificio en venta, el cual no ha encontrado comprador.
La vía tiene ambiente desde temprano por los cafés que se sirven en
torno a la plaza de la Encarnación y, hasta por la noche, cuando los
bares de la zona sirven las tapas y las bebidas a los autóctonos y a los
turistas hasta cerca de la medianoche.
Los nuevos propietarios de los comercios y otros negocios han apostado por este lugar como calle que conecta el centro de la ciudad con una de las vías más populares de Sevilla, la cual vertebra el casco norte con la plaza de la Encarnación.
El paseo desde la plaza de abastos de Feria hasta este punto es muy habitual entre numerosas personas a pesar de no haber medios de transporte. Los
más cercanos son las paradas de bus que hay en la calle Imagen o las de
la esquina de la Cruz Verde con Correduría.
Con todos estos elementos, la calle Regina está teniendo una nueva vida,
diferente a la que conocieron generaciones pasadas pero que llena de
alegría y ambiente una de las vías que vertebran el centro de la ciudad.
Se trata de una calle interior perteneciente al célebre barrio de Santa Cruz,
de acceso exclusivamente peatonal debido a la acusada estrechez entre
sus dos frentes de casas y de muy corto recorrido, como suele ser
habitual en el caserío de esta zona de la ciudad.
Delimitada por edificaciones que tradicionalmente han sido de
tipo residencial, de dos o tres plantas de altura, al estar integrada
dentro de los grandes recorridos turísticos de la ciudad, algunas de sus
casas han sido reconvertidas en parte para su uso comercial u
hostelero, siendo fácil ver a lo largo de su trazado pequeñas tiendas de
regalos y artesanía y algún que otro hostal.
No obstante, sus construcciones conservan el sabor de la sabia
arquitectura tradicional sevillana, tanto en lo que se refiere a las
dimensiones y proporciones de sus elementos como a los materiales
empleados y el tratamiento de sus acabados.
Todo ello da como resultado una calle de gran tipismo y
atractivo, profusamente transitada y fotografiada por los visitantes, en
su mayoría extranjeros.
En una de
sus casas una inscripción en la fachada nos recuerda que en ella
vivió la gloria del teatro español Doña María Guerrero,
y en ella se puede leer: "...Lo mejor del mundo... España, y
de España... lo andaluz, de lo andaluz... Sevilla, y en
Sevilla... Santa Cruz...".
Otro azulejo nos indica que
allí vivió Don José Sebastián Bandarán, canónigo de la
S. I. Catedral de Sevilla, en la casa rotulada como "Casa Bandarán"; y en
otra, la casa nº 6, como "Antigua Casa del Maestro",
junto al Hotel, recientemente restaurada.
La casa nº 7
tiene en su fachada un azulejo que la identifica como la "Antigua Casa del Torero" relacionada con el "torero Currito de la Cruz".
La calle de
la Pimienta es una de las más típicas y populares del
Barrio de
Santa Cruz y también probablemente una de las más
fotografiadas, estrecha y umbría, une el Callejón del Agua con la calle Gloria,
en esta última calle se encuentra el antiguo "Rincón del Beso".
En la calle Pimienta, nº 4, se encuentra el Hotel Boutique Casas de Santa Cruz, inaugurado en 2009, e instalado en una
tradicional casa del Barrio primorosamente rehabilitada, este
hotel, de los llamados hoteles con encanto, ha
sido distinguido con el Certificado de
Excelencia y ha sido utilizado por su atractivo en varios
rodajes.
Poco son los
visitantes a Sevilla que no hacen el obligado paseo por su
encantadora y poética estrechez, llena de historia y de leyenda y tantas veces cantada en sus rondas por las Tunas
Universitarias:
“Entre los barrios sevillanos existe uno de leyenda, pues son
sus calles tan solitarias que es un encanto y en el verano en
ninguna de ellas penetra el sol. Plaza preciosa de Doña Elvira, es el más bello placer en esta vida, preciosas,
bellas, también notables, Santa Teresa, Lope de Rueda y Los
Venerables, plaza preciosa de Doña Elvira, Calle Pimienta y del Agua el callejón, bellos Jardines de Murillo, lo más
hermoso que Dios creó.”
En cuanto a su curioso nombre, hay que decir que existen
diferentes leyendas.
La principal habla de que, en esta calle, vivía un
comerciante rico e importante de la comunidad judía sevillana que
aseguraba que Yavéh, cuando llegaban épocas de hambruna, jamás recurría al
árbol de la pimienta. Debido a que en su patio milagrosamente creció un
ejemplar de esta planta, el famoso mercader decidió otorgarle el nombre de
pimienta a la calle, como forma de respeto a Yavéh.
Aunque no es
la única historia que se cuenta acerca del origen del nombre de la calle
Pimienta. Y es que hay otra versión que habla de que un rico comerciante judío estableció
allí una pequeña tienda de especias, un negocio que al poco tiempo de abrirse
empezó a decaer. El dueño, a partir de ese momento, empezó a quejarse de su
desdicha y a echarle las culpas de ello a Dios. Una de las veces que hablaba
mal de Yavéh ante su mala suerte, un cristiano se hizo eco de sus palabras y le
hizo reflexionar, pues decía éste que Dios sólo le había dado cosas buenas y le
estaba blasfemando. En aquel momento, el comerciante judío se arrepintió por
sus duras palabras hacia Dios y empezó a llorar. De cada lágrima que derramó,
brotaron plantas de pimienta, de ahí el nombre de esta céntrica calle
hispalense.
Pero no es
sólo importante la calle Pimienta por sus leyendas y por su situación
privilegiada, también lo es por los restos judíos que conserva, pues a pesar de
los años transcurridos y de las modificaciones que se han suscitado en esta
calle, aún se conservan en perfecto estado. Un ejemplo son los azulejos que
siguen estando intactos desde la ya muy lejana época en la que el Barrio de
Santa Cruz era parte de la judería de Sevilla.
Se encuentra situada en el interior del su emblemático barrio de Santa Cruz. Enlaza la calle Santa Teresa con la Plaza de Alfaro.
Se trata de una calle que cuenta con un trazado quebrado muy
irregular, que incluye varios cambios de anchos de calle a lo largo de
su recorrido.
En general muy estrecha, sólo se abre un poco ya próxima a la
plaza de Alfaro y en un pequeño tramo interior, presentando en su mayor
parte un aspecto muy de calle interior de barrio, similar al de tantas
otras calles de las que cruzan el interior de Santa Cruz.
Es una calle tranquila y por supuesto ajena al tráfico rodado de
vehículos de cuatro ruedas, con un uso eminentemente residencial en el
interior de sus edificios y claramente peatonal en el exterior.
Se encuentra flanqueada a ambos lados por una serie de viviendas
de poca altura, que en general responden al tipo de la arquitectura
doméstica tradicional sevillana. Entre las pocas excepciones que pueden
encontrar a esta característica mayoritaria, se encuentra una casa con
una portada nobiliaria y muy singular, conocida como la casa de la
marquesa de Pickman.
Importante casa nobiliaria que se levanta ubicada entre medianeras, muy próxima a la plaza de Alfaro, desde donde tiene fácilmente su acceso.
De dimensiones considerables, casi pasaría desapercibida en su
bello entorno de Santa Cruz de no ser por la espectacular portada renacentista que presenta en su fachada a esta calle, una pieza de gran valor arquitectónico procedente de un palacio de la ciudad de Úbeda.
Esta portada, levantada según las tendencias artísticas del estilo plateresco, se presenta retranqueada tras una alta reja de hierro de protección.
Está presidida por un robusto arco de medio punto en la cual se marcan con claridad sus enormes dovelas talladas en piedra. También destacan en ella sus columnas de orden corintio del siglo XVI y, en especial, su menuda decoración a la italiana, característica de la estética del plateresco.
En el interior, presenta un patio de dos plantas de altura, con arquerías de piedra sobre columnas de orden toscano.
Es una pequeña vía urbana que se encuentra situada en el interior del casco antiguo de la ciudad con un breve recorrido que enlaza la calle Águilas con la calle Conde Ibarra.
Se trata de una calle muy estrecha y con un trazado algo sinuoso, que
responde a las características de la configuración urbana de la Sevilla
histórica y tradicional.
Alejada del bullicio del centro comercial y administrativo de la
ciudad, su carácter es eminentemente residencial, con edificaciones
propias de la arquitectura doméstica, de dos o tres plantas, donde
predominan los paramentos continuos cerrados sobre los huecos, que en
general son verticales y conservando la tipología tradicional, tanto en
proporciones como en tratamiento y texturas.
Al sabor añejo que evoca la imagen de esta calle ayuda su actual
pavimento realizado con adoquines y sin aceras, propio de las clásicas
soluciones sencillas y populares.
Sevilla está llena de calles estrechas de anchas
historias. Lirio es una de ellas. Muy estrecha, muy corta, con una sola
placa llena de enjundia: "En esta casa vivió el Excmo. Sr. D. Diego
Martínez Barrio (Sevilla, 1883-París, 1962), presidente de la II
República Española". El 1 de enero se cumplieron 50 años de su muerte en
el exilio parisino.
Su vivienda es, en la
actualidad, casa-estudio del arquitecto Miguel Ángel Callejas. Lirio une
las calles Águilas y Conde de Ibarra, ésta a la altura del Palacio de
los Marqueses de Marchelina que en la actualidad es una de las sedes de
la Consejería de Cultura. En recompensa a sus servicios, Isabel II
concedió en 1858 el título de marqués de Marchelina a Ignacio Romero y
Cepeda, antepasado de los hermanos Ignacio, Diego y Pedro (Perico)
Romero de Solís.
Este edificio alberga, según consta en su directorio, las
dependencias del servicio de Propiedad Intelectual y del comité de empresa.
Va desde la Calle
Imperial hasta la calle Santiago y desde comienzos del siglo XVII es
nombrada como calle Lanza. No muy amplia
al principio, se estrecha aún mas en el
tramo central, para ensancharse
finalmente a espaldas de la iglesia de
Santiago. El origen de este ensanche hay
que buscarlo en los antiguos cementerios
situados en las traseras de las
iglesias, que en muchos casos han dado
lugar a la formación de plazas o
plazoletas.
Hoy día no tiene otra
función que no sea residencial. Sin
embargo, en el siglo pasado soportó,
como otras muchas calles secundarias de
este sector del casco, la instalación de
industrias molestas e incluso peligrosas
para los vecinos, y que ponen de
manifiesto cómo Sevilla continuaba
encerrada en su antiguo recinto y ni
quiera para establecimientos
industriales buscaba una expansión
periférica.
Tal es el caso de una
fábrica de fósforos que se instaló allí
en la tardía fecha de 1859, ejemplo
notorio de industria molesta (por su
insoportable olor) y peligrosa (por el
riesgo de incendio). A esta calle da la
puerta trasera de la Iglesia de
Santiago, utilizada para la Salida de la
Procesión Eucarística de la Sacramental
de la Redención y San Ildefonso.
Era
conocida, desde muy antiguo, como la calle del Chorro por el agua
derramada en ella, debido a una ruptura en la tubería del agua
procedente de los Caños de Carmona que, por encima de la muralla próxima
corría en dirección a los Reales Alcázares.
Pasó
a llamarse, en enero de 1895, calle de Justino de Neve en memoria de
Don Justino de Neve y Yébenes, fundador del Hospital para Venerables
Sacerdotes.
Se
trata de una vía interior de corto recorrido y de trazado recto que
comunica la Plaza de los Venerables con la calle Agua y corre paralela a
la popular calle de la Pimienta
Se caracteriza por su acusada estrechez, común a todas las del barrio de
Santa Cruz, uno de los dos barrios actuales de Sevilla, junto con el de San Bartolomé, donde se asentaba la antigua judería.
De carácter residencial, está delimitada por casas de dos o tres
plantas de altura que responden a la tipología de la arquitectura
tradicional sevillana, como son los huecos muy verticales y poco volados
al exterior, los zócalos bajos en ladrillo visto o mortero acabado en
tonos oscuros o los paramentos acabados en color blanco o albero.
Un azulejo, en la casa número 2, nos relata el rumor popular que establece el nacimiento de Don Juan Tenorio en este lugar.
En el número 4 se encuentran los Apartamentos Suites Santa Cruz.
Se encuentra en el Barrio de Santa Cruz y va desde el Patio de Banderas a la calle Vida.
Está dedicada a la Judería, barrio judío sevillano, en la que se encuentra. Probablemente desde la época musulmana se conoció como postigo del
Alcázar, por ser una entrada menor por la que se salía extramuros y
luego al barrio formado junto al Alcázar, donde en época castellana se
establecería la Judería.
A mediados del siglo XIX era conocido como
callejón del Alcázar, denominación que conservará hasta 1943, en que se
rotula como Judería por lindar con ella. De trazado y anchura irregular,
se abre a través de un arco en el extremo izquierdo de la fachada del
Patio de Banderas; discurre como un corredor cubierto con viguería,
para, tras un tramo de cielo abierto, penetrar en un espacio de doble
ángulo, adintelado y abovedado con una cúpula ortogonal sobre trompas y
arcos fajones separando cada tramo, que es el postigo propiamente dicho.
Todo este conjunto tiene escasa altura. Discurre el resto hasta un
fondo de saco que coincide con un torreón en el que se abre otro
portillo. A la mediación de este tramo existe una abertura por la que se
comunica con Vida. Se configura como elemento de unión entre los dos
postigos y de comunicación con la Judería.
El suelo está pavimentado con
ladrillo formando rosca en sardinel. Se ilumina con farolas de brazo de
fundición tipo gas adosadas; resulta curiosa la situada bajo la bóveda
octogonal El caserío, que ocupa poco espacio en el conjunto de la calle,
pues la mayor parte lo constituyen muros de casas y la muralla, está
formado por seis viviendas de dos plantas con azotea de tipo popular, de
escasas dimensiones, por ocupar el espacio entre los torreones y la
muralla, y adornadas de geranios en balcones y terrazas. Están numeradas
correlativamente y lucen un azulejo indicativo de pertenecer al
Patrimonio del Estado. Resulta muy interesante la que abre su puerta al
espacio abovedado, labrada en un torreón y que deja ver un hermoso patio
con flores.
Su existencia probablemente estuvo motivada por la necesidad de
comunicar el sector del Alcázar con el barrio colindante. Se
consolidaría posteriormente al permitir acortar distancia entre el
actual barrio de Santa Cruz y la zona centro cuya única salida hasta que
se abrió Joaquín Romero Murube, era por Rodrigo Caro. Actualmente sigue
cumpliendo esta función para los que se dirigen desde Menéndez Pelayo
al centro histórico y administrativo.
En su entrada por el Patio de
Banderas hay un retablo de madera que alberga una pintura de Jesús
sentado. En el espacio abovedado conserva dos pares de goznes de piedra
que soportaron en el pasado sendas puertas. En 1942 se construyó una
fuente en el ángulo que forma uno de los torreones con la muralla,
cercada por una verja de hierro y adornada con una frondosa yedra.
En la
salida a Vida conserva una cancela y una cadena colgada de dos
marmolillos, cuya desaparición ya solicitó el periódico El Porvenir
en 1859 porque "sólo sirve para recuerdos que debían borrarse".
Constituye uno de los espacios más evocadores de todo el casco antiguo,
pues une a sus características morfológicas y a sus elementos
decorativos, el recuerdo legendario del rey Pedro I, que se dice solía
salir del palacio por este postigo en busca de aventuras y lances.
Cervantes lo cita en su novela Rinconete y Cortadillo, como límite del distrito que se le asignó a los pícaros para realizar su "trabajo". Alejandro Collantes en su obra La plaza de Doña Elvira, nos ha dejado una precisa descripción de ella. Luis Cernuda en el capítulo titulado El Magnolio, de su obra Ocnos, la evoca poéticamente
Se encuentra situada en el centro histórico de la ciudad, Recorre una amplia parte de la ciudad intramuros de sur a norte, desde las proximidades de la plaza del Duque hasta la calle Calatrava.
Recibe su nombre de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, una de las imágenes religiosas procesionales de mayor devoción popular de toda Sevilla que se venera en su basílica de la plaza de San Lorenzo, situada a la izquierda y muy próxima a esta calle, casi a medio camino entre sus dos extremos.
Se trata de una calle de largo recorrido y trazado bastante irregular
que se encuentra ubicada en el cuadrante noreste de la ciudad
histórica.
Abierta al tráfico rodado, la calle cuenta con estrechas aceras,
variables y desiguales a consecuencia de la falta de alineación entre
sus edificios, que en general son de uso residencial y de una altura
media general de tres o cuatro plantas.
Se encuentra en el barrio de San Lorenzo,
muy cerca de la Alameda de Hércules. De hecho es una de sus
perpendiculares, uniendo la calle Santa Clara con Jesús del Gran Poder,
desembocando justo a las espaldas de la Casa de las Sirenas. Debe su nombre a un torso de estatua romana situado en un nicho
entre las casas números 10 y 12. Antaño estuvo embutido en la pared, empleado
como botarruedas. Aunque está muy desgastado, todavía se puede
reconocer la forma de un tronco humano desnudo con una toga rodeando su
cintura.
La Leyenda del Hombre de Piedra es una de las más conocidas por los sevillanos, especialmente por tener un lugar donde ver, in situ, el busto de piedra que da origen a la leyenda. La leyenda nos lleva a la época del rey Juan II (padre de Isabel la Católica), al siglo XV,
pero antes de contarla es necesario conocer una norma que se publica
durante el reinado del mismo y que se colocó por escrito en muchos
lugares públicos de la ciudad. Veamos qué dice la placa colocada en la
iglesia del Salvador, bajo la famosa Cruz de las Culebras. Dice lo
siguiente
"El rey i toda persona que topare el Santísimo Sacramento
se apee, aunque sea en el lodo so pena de 600 maravedises según la
loable costumbre desta ciudad, o que pierda la cabalgadura, y si fuere
moro catorce años arriba que hinque las rodillas o que pierda todo lo
que llevare vestido".
La leyenda nos habla de una taberna donde varios hombres se encontraban
bebiendo vino, cuando a lo lejos empezó a oírse una campanilla y unas
voces que rezaban. Venían de San Lorenzo, e iban a dar la última
comunión a algún enfermo de la feligresía. Tras el párroco, unas señoras
con velas acompañaban el cortejo.
Los hombres salieron de la taberna y vieron como la comitiva aparecía
por la calle de Santa Clara y se dirigían hacia el entorno de la Alameda de Hércules (que aún no existía, siendo en esa época todavía una laguna y una zona bastante degradada).
Los hombres de la taberna, más por obligación que por devoción, se arrodillaron ante el paso del sacerdote, el cual portaba en sus manos el viático con
la Hostia. Entre ellos se encontraba uno, conocido como Mateo el Rubio, uno de los delincuentes más conocidos del barrio. Éste, alardeando de valentía e incredulidad increpó al resto gritando: "Atajo de gallinas, que os arrodilláis como mujeres. Ahora veréis un hombre de verdad y no me arrodillaré, sino que me quedaré de pie para siempre".
Y así fue. Un rayo cayó sobre el valiente Mateo,
acompañado de un trueno ensordecedor, hundiéndolo en el suelo hasta las
caderas y convirtiéndolo en piedra para siempre.
Si dejamos a un lado la leyenda, seguramente se trate de un busto
romano, utilizado como material de acarreo en la construcción de un
nuevo edificio, o como otros apuntan, un busto romano utilizado como
señal o reclamo de algún baño público de época musulmana ubicado en la
zona.