El Bar Antojo:
Alameda en estado puro
Haciendo
un repaso de los bares y restaurantes de Sevilla que en los últimos años han
cedido a la tendencia de dar importancia a la decoración, además de a la
comida, me hago la siguiente pregunta: ¿Qué sevillano fue el primero que miró
hacia el resto del mundo y se lanzó a la aventura de abandonar los manteles de
papel, los taburetes y vajillas de Macro, las fotos de famosos y toreros y las
láminas enmarcadas de Vírgenes sevillanas?
Aunque
normalmente las cosas no ocurren de golpe y es difícil identificar dónde se
inician, sí hay un barrio de Sevilla pionero en propiciar un cambio, en romper
con la estética tradicional. Y en esta zona, Alameda de Hércules, hace ya casi
seis años, dos emprendedores inauguran el Bar Antojo
A
uno de ellos lo tengo sentado delante. Tiene cara de niño -aunque ya va por el
tercer hijo- y bíceps de remero del Guadalquivir. Se llama Pedro. Y los ojos le
brillan cuando me cuenta cómo la vida le une a Ernesto, en el sitio adecuado y
el momento adecuado. Casado con su hermana, las mujeres de sus vidas juegan un
papel fundamental, participan con ellos en la toma de decisiones y comparten
esfuerzos en la difícil tarea de conciliar vida personal y profesional, en un
trabajo que no tiene horas ni límites. Sonríe acordándose cómo Ana hacía la
caja del recién inaugurado Bar Antojo (primavera 2011) pocos días después de
nacer su primer hijo. ¿Cómo no va a ser especial para ellos?
Pero
a pesar de unos comienzos difíciles, desde el primer momento llenan las mesas.
Las siguientes inauguraciones se van sucediendo con naturalidad: La Niña Bonita
y Nikkei Bar en la misma calle, en Málaga Pez Tomillo y en el centro, Perro
Viejo (a trompicones, pero ya han aprendido) y Perrochiko
El
espacio es enorme, con salida a la calle Calatrava y otra achaflanada en la
intersección de ésta con la calle Vib Arragel. Unos enormes ventanales inundan
de luz las salas y dejan ver el puente de la Barqueta. Separado en dos
ambientes -a diferente altura- por una pared con el ladrillo visto en una cara,
y recubierta de azulejo azul verdoso por la otra. El color de moda –¡elegido
hace seis años!- que sirve de nexo de unión de ambos espacios.
La
zona baja, con la cocina azul al fondo, paredes de ladrillo, lámparas hechas
con una red y un trofeo pintado de amarillo.
Ernesto
y Pedro se han ocupado directamente de la decoración. En su filosofía de
mejorar sin tregua, apenas queda ya nada del primer mobiliario con el que
empezaron: el suelo y la gran estantería de la pared, con muchos libros –me encanta-,latas
de tomate que hacen de sujetalibros, leña, zumos, botellas, etc. Todo ello
colocados de forma sorprendentemente armoniosa.
Preciosa
la versión redonda de la mesa de Piet Hein EeK, que aporta luminosidad con las
tablas coloreadas y alegra este espacio en el que predomina el negro. Unas
fotos de animales salvajes, la lámpara de estilo industrial, la jarra de
vidrio, la leña y los libros hacen que esta esquina sea súper acogedora.
Una
mesa de hierro para ocho comensales, con sillas de estilo Marcel Breuer y banco
de madera… y da resultado.
Subiendo
las escaleras de hierro, llegamos al tercero de los espacios, que alterna enfoscado
con ladrillo visto en paredes y muebles de madera con otros de hierro, más
cercano a una terraza o balcón, idea a la que contribuye la enredadera que sube
desde abajo.
Empiezan
a llegar clientes: algún que otro turista, pero, sobre todo, gente que parece
del barrio. Los cochecitos de bebé tienen cabida sin problemas y veo tres en
distintas mesas. Parejas jóvenes, un grupo que podría ser de médicos del
cercano hospital, una madre y una hija, cuatro amigas de mediana edad…
La
fotógrafa y yo ocupamos una mesa junto a un ventanal, y saboreamos la copa de
vino del Bierzo, de uva Mencía, que nos ha recomendado Juan, mientras vemos
transcurrir la vida de la Alameda al otro lado del cristal.
Julia,
sevillana, y Katy, peruana nos cuentan las especialidades de la casa. Huevos
con cáscara, (cocinados a baja temperatura), sobre puré de patata y setas de
temporada. La ensaladilla no puede faltar en un bar sevillano, porque también
la vecina de enfrente, con sus gustos clásicos, tiene cabida en el Antojo.
Carbón
de bacalao mejor que el de los Reyes (así reza en la carta). Mientras probamos
el arroz con leche que Lorena, la mujer de Ernesto, nos había recomendado –con
toda razón, el helado es increíble-, vemos que ¡por fin! un grupo se sienta en
mi mesa favorita… la última en ocuparse. Yo, la próxima vez que venga, me lanzo
en plancha a la esquina.
Porque
me ha cautivado esta decoración caótica, personal, imperfecta, hasta con un
punto Kitsch: las plantas son de plástico –aunque muy logradas-, platos de
duralex, leña para una inexistente chimenea, fotos enmarcadas sin pretensiones…
en una simbiosis perfecta con el barrio donde se encuentra: modernidad sin
excesos, DIY, eclecticismo e imaginación a raudales.
Dirección: calle Calatrava núm. 44
Teléfono: 955440031
Bar Antojo