Gastronomía
sevillana en un tesoro arquitectónico
Un entorno de
cuento del Siglo de Oro con portadas, fachadas y patios dieciochescos para
arropar un edificio histórico. Durante siglos, hogar de la representación de la
riqueza en forma de moneda. Durante años, casa de vinos, cerveza y
tapas. Tras un gran trabajo de restauración, La Moneda vuelve a recuperar
su esplendor arquitectónico y sus costumbres de buen beber y mejor comer.
Varios usos antecedieron a la fábrica de moneda. Algunos vestigios indican que su primer uso tenía fines portuarios durante la época romana. También puede ligarse su uso a basílicas visigodas y fortalezas musulmanas, lo que explica el amurallamiento patente de la parcela.
Destruida por las disputas territoriales, la zona pasó por periodos de ruinas e incluso hizo las veces de huerta. El entorno fue reurbanizándose para acoger Atarazanas, Colegios o la propia Aduana de la ciudad durante los siglos XIII y XIV.
Alfonso X es el primero que ordena la manufactura de Pipiones y Maravedís en el barrio. Herreros y Monederos pasan a ocupar entonces las viviendas sitas en el complejo. Tras la concesión de los Reyes Católicos dos siglos después, y con la intención de unificar la moneda en los reinos, una de las pocas Cecas (fábricas de moneda) reales también sería ubicada aquí.
En 1585 comienzan las obras de la que podemos considerar la actual Real Casa de La Moneda, obra de Juan de Mijares. Se inaugura en 1587 y cientos de trabajadores pasan a fabricar moneda en las instalaciones. Como Real Fábrica, sufrió varias remodelaciones, siendo la más llamativa la que en el siglo XVIII incluyó la espectacular portada de acceso que hoy se mantiene, obra de Van der Borcht, presente también en el diseño de la Real Fábrica de Tabacos.
En el siglo XIX la fábrica deja de funcionar y, aunque el complejo mantuvo el uso residencial, el edificio se fue deteriorando hasta volver a quedar en ruinas. A finales del XX volvió a restaurarse, acogiendo el mítico bar La Moneda, nuestro predecesor en estas lides.
Aunque la Casa de la Moneda vuelve a ser un bar, poco tiene que ver con su predecesor.
Homenaje a la historia del edificio, los techos de madera de sus dos niveles, se sostienen con una réplica de los Caños de Carmona, acueducto que cruzaba sus aledaños camino del Alcázar, y vigas de hierro moteadas con los tonos que el tiempo hubiese dejado marcados.
Las baldosas del suelo forman un espectacular mosaico que dota al restaurante de un aire imperial, indicando el camino que acaba en una chimenea que preside el salón mayor. Tras los “Caños”, un jardín vertical cubre al completo una de las paredes enladrilladas para hacer juego con las decenas de plantas naturales que rodean las mesas.
El local se ilumina con decenas de lámparas de pie y réplicas de lámparas de aceite enjauladas, pero sobre todo con los grandes ventanales que ocupan toda la fachada exterior. El restaurante tiene acceso por la puerta principal, en Adolfo Rodríguez jurado y junto a la gran portada, y por la parte posterior, ya dentro del patio que arropa la misma portada. A través de cada puerta se accede a los distintos niveles del bar, anexionados en su interior tanto por una pequeña escalera como por un ascensor, lo que le dota de total accesibilidad.
Los elementos homenaje a la Moneda están presentes por todo el restaurante. Ánforas llenas de oro y el esqueleto enjaulado de un desdichado buscador, ocupan parte de la sala de entrada. El aseo puede considerarse la propia cueva del tesoro, con las paredes cubiertas de monedas y lingotes y un sistema de espejos que nos envuelve en el preciado metal.
Los cuadros, una mezcla de pinturas y fotografías de todas las épocas. Podemos encontrarnos cara a cara con las actrices Louis Brooks o Maggie Smith, con la extraña pareja Winehouse – Joplin, con las estrellas más relevantes del jazz o con los iconos más destacados del movimiento Mod, a la vez que con un majestuoso retrato del poeta inglés Coventry Patmore.
Su oferta se sustenta en el recetario tradicional sevillano, con tapas tan reconocibles como la ensaladilla de la casa, surtidos de croquetas, solomillo al whisky, huevos estrellados con jamón, cola de toro al estilo tradicional o pescaíto frito.
Una propuesta dirigida a una clientela variopinta, con un menú donde han querido plasmar una cocina actualizada pero de marcado carácter local. Un equilibrio difícil en el que ser fiel a su esencia, pero tratando de agradar a consumidores mayoritariamente extranjeros. Pese a este tira y afloja, en La Casa de la Moneda no renuncian a colocar en el menú exquisiteces locales. Hay tomates aliñados con melva, pimientos asados con gambas de cristal, gazpacho, carrillada ibérica en salsa o garbanzos con langostinos. También encontramos buenas carnes a la brasa, presente en el menú a través del lomo bajo de ternera, la presa ibérica o el Tbone de ternera (500 gr), bien trabajados. De postre no os perdáis el helado de turrón con Luis Felipe o la tarta de queso con mango
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