lunes, 22 de enero de 2024

PABELLONES EXPO 29: PABELLÓN DE URUGUAY




El Gobierno de la República Oriental de Uruguay, comunica en 1911, al Encargado de Negocios español en Montevideo, la aceptación de participar en la Exposición Hispano-americana, con la reserva de conocer el carácter de la muestra. Con motivo de los actos conmemorativos del Centenario de las Cortes de Cádiz, celebrados en dicha ciudad en 1913 y la grata impresión que el Gobierno Uruguayo había sacado de los mismos, éste comunica no existir dificultad para la concurrencia en actos de índole similar.

Pero los acontecimientos de la segunda década de este siglo, hacen cambiar sin embargo esta primera intención de participar. Así en enero de 1925, el Congreso Nacional, revoca su primer compromiso y en el mes de abril del mismo año, el Ministro de Exteriores, aun mostrándose partidario de la participación de la República en el Certamen sevillano, advierte a nuestros representantes que era necesario contar con el beneplácito de las Cámaras ,y en general había oposición en este sentido, ya que se argumentaba que las materias primas producidas por esta república eran demandadas por todo el mundo, por lo que hacía innecesario la participación en este tipo de ferias internacionales, siendo un gasto inútil los fondos destinados a este fin.

Y a poco de quedarse sin representación, la influyente colonia española, organiza junto al embajador español, una amplia campaña en favor de la participación en el encuentro hispanista, haciéndose eco la prensa del país. Dando como fruto una nueva iniciativa por parte del Ministerio de Estado, consistente en la construcción de un pabellón para la exposición de los productos tantos industriales como rurales y manufacturados, así como los aspectos administrativos, culturales y artísticos, con una superficie de 1.000 metros cuadrados y dos cobertizos para la presentación de productos vacunos y lanares.

Sometida a debate esta propuesta en mayo de 1927 en la Cámara Alta, provocó que algunos senadores hicieran encendidos discursos en favor de la participación sin esperar beneficios económicos que justificaran tal presencia. En cambio, los comunistas se opusieron defendiendo que era un gasto inútil y burgués. Por fin el 11 de mayo de 1927, es aprobada por el Congreso de los Diputados la concurrencia del país americano a la Exposición, con una dotación inicial de 809.000 pesos-oro, que luego se aumentaría hasta 1.000.000 al objeto de hacer permanente la construcción del edificio y poder ser utilizada en el futuro como consulado y biblioteca, denominándose ésta "América de Uruguay".

Una vez dotado de presupuesto el proyecto, se constituye un comité organizador, el cual convoca un concurso entre los arquitectos residentes del país, los cuales tienen como plazo hasta el día 3 de septiembre del mismo año para presentar sus trabajos. En las bases de la convocatoria el comité establece dos condiciones básicas, una que sea económico y otra que armonice con el estilo predominante en el sur de España, tales como mudéjar, morisco, barroco del siglo XVIII, etc.

Este último condicionante produjo cierta reticencia, por otra parte justificada, en el seno de los arquitectos que pensaban presentarse al concurso, aduciendo que no solo algunos estilos no eran apropiados para un pabellón, sino que precisamente es en España donde se encuentran las mejores muestras de estos estilos, por lo que por bueno que fuera, no haría sino desmerecer.

A pesar de todo, el concurso siguió adelante, presentándose 19 trabajos, siendo premiado el presentado por Mauricio Cravotto por su economía, facilidad de construcción y  características estéticas. La parcela inicialmente elegida fue la ubicada junto al Pabellón de Méjico, pero ésta fue adjudicada a Brasil, por lo que se le asignó una nueva junto a la de EE.UU y Chile, quedando zanjado así el asunto a gusto de todos. 

La parcela de 2.324 metros cuadrados de superficie, fue entregada el 8 de junio de 1928, a reserva de formalizar las escrituras por el Ayuntamiento. Para ejecutar el proyecto, se designa al arquitecto Emilio Conforme y al contratista sevillano Manuel Álvarez. A simple vista, en la composición del pequeño edificio, se diferencian dos piezas que se yuxtaponen: la nave principal, formada por la intersección de dos cuerpos a modo de crucero, uno en sentido paralelo a la fachada; y otro perpendicular a la misma y que formaliza la entrada, organizando ambos en una sola planta que, al parecer, por condiciones económicas y de superficie impidieron que el arquitecto proyectara una planta más en el principal. Y el Cuerpo Trasero, de forma de triángulo equilátero, acabado en proa y que apunta a un tímido patio central de igual forma, no existente como tal, pero si insinuado en la cubierta. Este cuerpo se organiza como deambulatorio perimetral, alrededor del espacio central, con escasa altura.

Este conjunto constituye un edificio sobrio de tradición urbana, con fachada organizada y representativa que es el tránsito hacia el cuerpo donde se aloja el espacio funcional propiamente dicho. El cuerpo lateral de pequeña escala que se anexa a la entrada, no deja de extrañar. Sobra desde cualquier tipo de análisis, y puede ser un intento del autor de dar "cierta gracia" al edificio, añadiéndole una terminación semicircular y causar un efecto de arquitectura improvisada y popular, acercándose a las haciendas coloniales de Uruguay, con la única intención de ganar el primer premio.

El pabellón es sobrio exteriormente, con portada neobarroca, que responde en cierto modo la estética manierista propuesta por la comisión organizadora, a caballo entre una organización tipológica y una composición propia del siglo pasado; adaptando algunos elementos como arcos de medio punto y cubiertas de teja cerámica curva al gusto imperante por el estilo andaluz.

La estructura del edificio es de hormigón armado con zonas mixtas de muro de fábrica, sobre zapata corrida en forma de T invertida, a una profundidad de 1,5 metros. Los forjados se resuelven mediante lozas armadas en sus dos direcciones, salvo en algunas zonas que es unidireccional.

La exposición presentada por Uruguay en su pabellones se componía de representación estatal y pública, y se dividían en tres secciones: industrias, agricultura y obras de arte contemporáneo. Los productos y datos expuestos eran  muy diversos: exhibición de gráficos, datos económicos, muestrales, maquetas, etc. Había salas dedicadas a la agricultura, a la ganadería y a la comercialización de la carne congelada y en conserva. Sección de frigoríficos mostrando, mediante cristales, las reses congeladas y proyección de una película sobre el proceso de preparación.

Las instituciones públicas que colaboraron fueron los Ministerios de Obras Públicas e Industria, las direcciones de Agronomía, Inmigración, Inspección de Colonias, de Estadísticas, Enseñanza Industrial; las Escuelas de Veterinaria y Odontología, etc. El sector privado expuso carnes y conservas, cueros, calzados, vinos y licores, madera y parquet, tejidos, productos químicos y farmacéuticos, etc. 

La semana en honor de Uruguay se celebró del 15 al 21 de octubre de 1929.

Este edificio, representativo de la República del Plata, que quiso recrear una arquitectura nacionalista, partiendo de las influencias recibidas de España e Italia, es actualmente sede del Consejo de Estudiantes del Distrito Universitario de Sevilla.

Fuente: Juan José Cabrero Nieves

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GRAFFITIS: FLAMENCO

Plaza de la Gavidia, cerramiento de edificio