jueves, 25 de enero de 2024

PABELLONES EXPO 29: PABELLÓN DE LA MARINA DE GUERRA

  



El primer Comité Ejecutivo que planificó la entonces Exposición Hispanoamericana, ya había considerado, en 1911, la idea de destinar uno de los edificios provisionales como Pabellón de Guerra y Marina. Esta decisión fue reflejada en los distintos proyectos presentados por los arquitectos que participaron en el concurso de diseño, incluido el proyecto ganador presentado por Aníbal González, así como los proyectos de los competidores Fermín del Álamo y Narciso Mundet Ferrera.

En la memoria del proyecto ganador de Aníbal González para la Exposición, se adelantó que el pabellón destinado al Pabellón de Guerra y Marina necesitaría disponer de amplitud de presencia en tres grandes fábricas militares en Sevilla. Para abordar esta necesidad, González diferenció dos espacios en su proyecto: uno cubierto para albergar las exposiciones, exhibiciones y muestras de la historia y los avances en los campos naval y militar. Y un patio descubierto que serviría como espacio adicional para actividades relacionadas con la exposición.

La distribución y el diseño del pabellón se adaptaron a las necesidades específicas del contenido que se exhibiría y a la idea de amplitud que se requería, con un presupuesto inicial para la construcción de este pabellón que ascendía a122.000 pesetas.

El edificio tenía una planta rectangular y abarcaba una superficie de 1.851,60 metros cuadrados. Además de este espacio interior, también incluía un área exterior de 1.408,24 metros cuadrados.

Aníbal González mencionaba que se inspiró en el Castillo de Coca, ubicado en la provincia de Segovia, como fuente de inspiración para el diseño del Pabellón, debido su valor artístico y arquitectónico, incorporando elementos similares en su diseño.

El estilo arquitectónico que empleó el autor, puede considerarse una manifestación temprana de regionalismo neogótico. Este enfoque artístico involucra la reinterpretación de elementos góticos en un contexto regional y local, y en otro caso, añadió toques de otras construcciones feudales de ciudades como Ávila y Zaragoza. Estos toques incluyeron detalles arquitectónicos y decorativos característicos de esas regiones, que se combinaron con el estilo neogótico para crear una estética única.

La elección de la inspiración y estilo revela el interés por crear un edificio que no solo cumpliera con su función expositiva, sino que también fuera visualmente impactante y coherente con la temática que cobijaba.

En la descripción que hace, después de cruzar el puente levadizo que superaba el foso y pasar por la puerta de acceso, los visitantes ingresaban a un gran espacio rectangular de aproximadamente 125 metros cuadrados que tenía la función de exhibir objetos de gran volumen, lo que permitiría mostrar elementos de mayor tamaño y relevancia, además también servía como punto de comunicación hacia las otras salas expositivas cubiertas las cuales estaban ubicadas a ambos lados del espacio rectangular central. Esta disposición facilitaba la circulación y el acceso a diferentes secciones de la exposición.

Los ángulos del espacio rectangular central estaban reservados para albergar salas de planta octogonal de menor tamaño. Estas salas octogonales tenían un propósito específico: exhibir objetos pequeños y delicados, proporcionando un ambiente más íntimo que permitía una atención más detallada a los objetos expuestos en ellas.

En el centro se hallaba el patio, de unos 250 metros cuadrados, que se tenía prevista la posibilidad de cubrir en caso de necesidad, con la construcción de una estructura de hierro y cristal que permitiría de las inclemencias climáticas o de cualquier otro requerimiento, proporcionando flexibilidad para adaptar el espacio del patio según las necesidades d e a exposición, como la protección d e as piezas expuestas en caso de lluvia o mal tiempo.

No obstante, este proyecto, como casi todos los diseñados por Aníbal González en el concurso ganador, por las circunstancias y los cambios en la dirección de la Muestra y la posterior dimisión de su cargo como arquitecto general de la Exposición, no llegó a realizarse.

En 1924 hubo un impulso renovado para llevar a cabo la Exposición. El gobierno que había tomado el control del Certamen, alentó la participación de varios organismos estatales en este evento. Sin embargo, solo los Ministerios de la Guerra y de la Marina respondieron afirmativamente, confirmando su participación en la Exposición.

En junio de 1925, el Comisario Regio designa al Vocal del Comité, Carlos Delgado Brackembury, para que en su nombre, realice las gestiones necesarias para la participación en el Certamen de las industrias navales y militares, alcanzando un compromiso por éstas, que sugiere que había un interés por mostrar los avances tecnológicos y las capacidades industriales relacionadas con la defensa y la industria naval en ese momento. Esta decisión podría haber tenido como objetivo no solo destacar el progreso técnico y militar de la nación, sino también proyectar una imagen de modernidad y fortaleza del estado ante las repúblicas americanas y el resto del mundo.

Y en el mes de agosto, mediante Real Decreto, se publica la participación de las industrias Militares, del Ministerio de la Marina y de la Industria Naval Española, materializándose así el compromiso del gobierno para que la Muestra fuera un éxito y un escaparate para mostrar al mundo un Estado moderno, en el que los distintos órganos de gobierno presentaban los avances tecnológicos conseguidos.

La participación de la Armada en la Exposición no solo habría sido una oportunidad para exhibir los logros de la institución, sino que también podría haber sido parte de una estrategia más amplia para destacar el papel histórico y contemporáneo de España en el ámbito marítimo y naval, reforzando así la imagen de la nación en el escenario internacional.

En el mes de septiembre de 1925 es nombrado el Comandante de la provincia marítima de Sevilla, encargado de gestionar la concurrencia de la Marina en el Certamen. Pero no es hasta primeros de febrero de 1927, cuando se comunica de forma oficial a la Comisión Permanente del Certamen la intención por parte de dicho Ministerio de concurrir.

En la ley de presupuestos para ese año, se consignaba la cantidad de 200.000 pesetas para la participación en el Certamen; y en el mes de abril de dicho año se comunica al Comité, la solicitud de cesión definitiva formulada por la Comandancia de Marina, a la Junta de Obras del Puerto, de una parcela de 1.000 metros cuadrados para la construcción de un edificio permanente en la Avenida de Luis Moliní esquina con la de la Raza, y 2.500 metros cuadrados, ésta con carácter temporal, para levantar construcciones provisionales afines al ramo naval. Ya en el mes de julio de ese año, el Consejo de Ministros, estima insuficiente esta cantidad para la nueva instalación de la Comandancia de Marina en Sevilla, aprobando un nuevo Real Decreto-le aumentando hasta el doble el importe inicialmente asignado, para la representación de este departamento.

A pesar de que las obras habían comenzado unos meses antes, los planos del pabellón, fechados en el mes de septiembre de 1927, no son remitidos para su aprobación por el Comité de la Exposición, hasta el 27 de marzo de 1928, lo que produjo un importante retraso en la ejecución del edificio, siendo ya urgente su construcción, llegándose a decretar la excepción de todos los formalismos requeridos para concurrir en la Exposición, realizándose por gestión directa.

El proyecto del pabellón le fue encargado al arquitecto Vicente Traver y Tomás. Su planta de forma rectangular tiene unas dimensiones de 30 x 20 metros considerándose la superficie total construida de 1.300 metros cuadrados en distintos niveles de altura, que van desde los dos pisos en gran parte del edificio, hasta las cinco plantas de la torre.

Traver precisaba que el edificio principalmente debía satisfacer su fin expositivo, con la esbeltez y elegancia que el certamen requería, y que, terminada la Exposición, debía ser adaptado para alojar la sede de la Comandancia de Marina. Bajo estas dos premisas, distribuye los espacios. La planta baja, la destina para oficinas alrededor del patio central y, en el piso principal dos viviendas, una para el Comandante y otra para el Segundo; y en la planta segunda, dependencias para la marinería, lavadero y almacén, aportando planos con la distribución provisional como pabellón de exhibiciones y la definitiva ya como Comandancia.

Complementando esta doble utilización del edificio, se pensó en la conveniencia de levantar un atorre de señales, que además de darle personalidad al mismo, sirviera como elemento decorativo, complementándolo con una gran terraza sobre el pórtico para presencias actos oficiales. En la construcción, esta dualidad hizo que las solerías fueran de mármol blanco en el piso bajo y de loseta hidráulica en el principal, debiendo hacerse de forma corrida cuando se modificara la división de los tabiques.

El proyecto arquitectónico se desarrollo con la intención de otorgar al edificio un aspecto palaciego. Se estructuró en torno a un patio central con pórtico adintelado con columnas y una torre que albergaba un reloj. El diseño exterior, dominado por líneas rectas, se materializó mediante el uso de ladrillos rojos amarillentos, complementados con elementos de piedra artificial en tono amarillo que enmarcaban puertas, ventanas y las esquinas del edificio, utilizando piedra caliza dura, solo en el zócalo y en las columnas del pórtico. Esta combinación logró un equilibrio armónico entre la piedra y el ladrillo.

Aunque el estilo general se inspira en el neobarroco, la construcción en su totalidad fue ejecutada con sobriedad y un enfoque exquisito en las proporciones y detalles. A pesar de su planta rectangular, los paramentos se organizaron en entrantes y salientes continuos, generando un efecto de claroscuro que añade profundidad visual el edificio. La elección de materiales, la disposición de elementos y la atención a los detalles contribuyen a crear una estructura que equilibra la tradición y la modernidad de manera elegante.

El edificio presenta una estructura simétrica en su diseño, pero esta simetría se ve interrumpida por la colocación de una torre del reloj en la cabecera del ala derecha de la fachada. Esta torre-vigía tiene una estructura cuadrada en su primer nivel, en el cual se abren huecos, y es en este elemento donde se destaca la influencia de Aníbal González en Traver, que logró una combinación perfecta de ladrillo y cerámica vidriada de la fábrica de Manuel García Montalván, en esta torre, utilizando veinte escudos de marinos españoles. Estos escudos tienen forma circular y están enmarcados en cartelas barrocas, separados por racimos de frutas. Cada escudo contiene las armas heráldicas de diferentes linajes de marinos que han tenido un papel importante en la historia de la marina española, desde la conquista de Sevilla hasta la época contemporánea.

Esta ornamentación demuestra el esfuerzo por honrar la historia y la influencia de los marinos españoles y la combinación de elementos arquitectónicos, el uso de materiales y la incorporación de detalles heráldicos contribuyen a la riqueza visual y al significado histórico del edificio en el contexto de la Exposición. En la parte superior s encuentra la esfera del reloj, rodeada de relieves que representan diferentes instrumentos utilizados en la navegación marina y su conexión con la exploración y el océano. El segundo remate de la torre tiene una forma octogonal y presenta un diseño muy calado compuesto por cuatro arcos de medio punto y otros cuatro de estilo adintelado y, en los lados menores, hay ojos de buey. Y, exteriormente, está recorrido por una barandilla de forja curvada, rematando el conjunto una balaustrada pétrea. Estos elementos arquitectónicos abiertos sugieren un sentido de ligereza y transparencia en la estructura.

El acceso principal al edificio se logra al subir una escalinata que se extiende a lo largo de todo el pórtico. Este pórtico está constituido por ocho columnas toscanas pareadas, de fuste compuesto, que proporcionan soporte a un abalconada tras la cual se encuentra el segundo cuerpo de la portada principal, que soluciona con una decoración ascendente y desarrollo lateral, sobre la que se alza el escudo de España en piedra.

La ambientación de las salas corrió a cargo de Julio Guillén Tato y de Manuel Gutiérrez Corcuera que se encargaron de seleccionar objetos documentos que serían exhibidos en el pabellón. La distribución de las salas y los contenidos expuestos serían: 

-Sala del Descubrimiento de América: se exhibían piezas de incalculable valor histórico y documental.

-Sala de Felipe II y de la Circunnavegación del Mundo: las piezas expuestas evocaban el primer viaje de circunnavegación a la Tierra que, en 1519 inició Magallanes y concluyó Juan Sebastián Elcano.

-Sala de Carlos III: donde se contemplaban múltiples modelos de galeones y naves de la época de Carlos III.

-Sala de Isabel II. donde se rememoraba como la fragata española Numancia, en 1867, fue la primera nave acorazada en dar la vuelta al mundo al mando de Casto Méndez Núñez y el Real Fernando, primer vapor que navegó entre Sevilla y Cádiz.

-Sala de los hechos gloriosos de la Marina Española

-Sala de Isaac Peral: donde se guardaban recuerdos del inventor del submarino que lleva su nombre.

-Museo y Archivo Naval: donde se expusieron objetos procedentes de dicho organismo.

El Pabellón fue inaugurado por los reyes de España, don Alfonso y doña Victoria Eugenia, el 13 de mayo de 1929, tras la visita a las instalaciones de las Industrias Militares, siendo recibidos por diversas autoridades.

Hubo un intento, en 1927, de instalar un monumento dedicado al submarino de Isaac peral, para lo cual fue nombrado un teniente coronel sin que, al final, se materializara su construcción. Finalizada la Exposición, la Comandancia de Marina se trasladó en 1933 desde la Torre del Oro al Pabellón de  la Marina. La Torre del Oro se venía utilizando desde 1820, primero como Capitanía del Puerto y, ya en 1900, empezó a denominarse Comandancia de Marina al organismo de la Armada instalado en la Torre. En enero de 1870, se le concede a la Marina de Guerra el usufructo de la misma. Destacando el importante papel desempeñado por la Armada en la conservación de la Torre del Oro, posibilitando la permanencia de este monumento como legado histórico.

En 1936, logró el Ayuntamiento que en este histórico edificio, se instalara un Museo Naval, pudiendo ser visitado por todos los sevillanos, que hasta ese momento solo lo conocían exteriormente.

Fuente: Juan José Cabrero Nieves

Pab. de la Marina de Guerra

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GRAFFITIS: FLAMENCO

Plaza de la Gavidia, cerramiento de edificio