Construida por el arquitecto del barroco sevillano Leonardo de Figueroa,
entre 1.704 y 1.710, la actual Capilla de Montserrat tiene su sede en
la calle Cristo del Calvario, frente a la portada principal de la
iglesia de Santa María Magdalena. La portada se atribuye a su hijo
Matías José de Figueroa. El conjunto fue reformado posteriormente por
Diego Antonio Díaz.
El origen del culto a la Virgen de Montserrat, en Sevilla, se remonta al
siglo XVI, momento en el que comerciantes catalanes dedicados al
comercio con las Indias que por aquel entonces residían en la ciudad,
fundaron la inicial Hermandad. En un primer momento, ocupó la iglesia de
san Ildefonso quedando, tras su paso por san Julián y san Pablo,
establecida definitivamente en la actual capilla, en 1.939.
Anteriormente, el edificio había sido sede de la extinta Hermandad de
Nuestra Señora de la Antigua y Siete Dolores, que la edificó tras
adquirir a los dominicos un viejo patio de caballerizas del convento de
San Pablo.
La alta fachada es de ladrillo rojo, pintada en su mayor parte, excepto
en la zona que enmarca la portada, sobre la que forma una moldura
barroca. Encima de ésta encontramos tres hornacinas con pinturas al
fresco fechadas en el siglo XVIII, cuyo estado era lamentable hasta que
en 2009 fueran magníficamente restauradas por Antonio Díaz Arnido. La
hornacina de la izquierda representa a santa María Magdalena, la de la
derecha nos muestra a san Juan Evangelista, en tanto que en la central
aparece Nuestra Señora de la Antigua y Siete Dolores, primitiva titular
de la capilla, con los monarcas Felipe II y Felipe III arrodillados a
sus pies, en actitud devota.
A los lados de la portada podemos admirar dos retablos cerámicos que
representan a los actuales titulares de la Hermandad: Nuestra Señora de
Montserrat y el Santísimo Cristo de la conversión del Buen Ladrón.
El edificio se compone de una única nave rectangular, cubierta mediante bóveda de cañón con lunetos (pequeñas bóvedas con forma de media luna que atraviesan los costados de una bóveda de cañón con el fin de introducir iluminación natural al interior) típicos del período barroco. El presbiterio, en cambio, presenta una bóveda vaída o de pañuelo.
La capilla está presidida un crucificado con tres clavos, de 192 centímetros de estatura, en el momento de pronunciar la Segunda Palabra, la que dirigió Jesucristo a Dimas (el Buen Ladrón) prometiéndole el Paraíso. Es obra de Juan de Mesa de 1619. Fue restaurado en varias ocasiones: en 1851 por Gabriel de Astorga (entre otras cosas, le colocó ojos de cristal) y en 1928 de nuevo; en 1.968, Francisco Buiza Fernández restauró la corona de espinas y, finalmente, en 1.983, tuvo una nueva intervención a cargo de José Rodríguez Rivero-Carrera.
Está escoltado, en los muros laterales, por los dos ladrones, Dimas y
Gestas, realizados en 1628 por Pedro Nieto Montañés. La Hermandad
disponía de otros dos ladrones, tallados en 1981 por Gabriel Cuadrado
Díaz y que dejaron de procesionar en fechas muy recientes. Según me
apunta un amable colaborador, ya no pertenecen a la Hermandad, pues
fueron enajenados en 2008, encontrándose en la actualidad en la Ermita
de san Dimas, en Aracena.
A los pies del Cristo encontramos las imágenes de Nuestra Señora de
Montserrat y de san Juan. La imagen de la Virgen de Montserrat, de 164
centímetros, fue tallada por Gaspar de la Cueva en 1607; sin embargo,
según parece, no quedó a gusto de la Hermandad, que la envió para que la
rehiciera, incluyendo nuevas manos, a un discípulo de Martínez
Montañés, que se cree pudiera haber sido un joven Juan de Mesa. A lo
largo del tiempo ha sido restaurada por Manuel Gutiérrez-Reyes Cano en
1.899 (a causa de un incendio), por Francisco Buiza Fernández en 1968 y
por José Rodríguez Rivero-Carrera en 1991.
En el muro izquierdo de la nave, más cercano al altar, podemos
contemplar el retablo de Nuestra Señora del Rosario, cuya autoría era
dudosa, hasta que recientemente se descubrieron documentos que
demostraban que fue tallada por Cristóbal Ramos en 1787, con la
curiosidad de que realizó dos obras iguales: una tallada en madera para
el culto y otra, realizada en pasta y madera, para salir en procesión.
Bajo la tribuna de la iglesia encontramos, sobre una peana, la escultura
de san Isaías. Fue tallada por el valenciano Vicente Hernández Couquet,
catedrático de escultura de la Real Academia de Nobles Artes y estrenó
paso en 1861, procesionando hasta 1893, año en que fue dañada
gravemente por un aguacero. Tan solo volvió a salir, de forma
excepcional, en 1931. Sin embargo, era tan poca la aceptación que tuvo
la imagen entre el público que, con sevillana retranca, se afirmaba que
lo que el profeta escribía en el pergamino mientras miraba hacia arriba
no era otra cosa que la lista de las solteronas que iba viendo asomadas a
los balcones.
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