Y en el centro de la misma se levanta un humilde monumento dedicado al marinero Rodrigo de Triana. Se trata de una estatua sobre un pedestal, en la que se representa al marino agarrado a un mástil, en el preciso momento en el que da la buena nueva sobre el avistamiento de tierras americanas.
¡Tierra! es la palabra que aparece tallada en la base. Un clásico de la historiografía.
Fechada en 1973, la estatua es del escultor José Lemus, y lo cierto es que los cuarenta años que ahí llevan, estatua y jardín, no le han sentado bien. Nada bien. Está en mal estado una y descuidado el otro.
Como tantos otros monumentos tiene una historia movida y agitada. Tanto por la estatua en sí, como por el personaje que representa. Y es que la de Virgen Milagrosa no es, ni la primera estatua que la ciudad le dedica al descubridor, ni el primer lugar donde ésta se ubica.
La primera escultura que Sevilla le dedicó al vigía la realizó Delgado Brackembury en 1928, y representaba a un hombre con el brazo derecho en alto enarbolando un pañuelo o trapo.
Fue con motivo de la Exposición Iberoamericana de 1929 y estuvo
colocada en la Plaza de los Conquistadores. Para que se sitúe, más o
menos donde está la torre del que fue Pabellón de Córdoba, en medio del
campus universitario de la actual Avenida de Reina Mercedes.
De allí, en 1940, la llevaron a la Plaza de Chapina, en la mitad de la
calle Castilla. Pero ya tampoco están allí. Ni la plaza, ni la estatua.
La primera se la llevó el urbanismo de los años sesenta; la segunda fue
fruto del civismo sevillano y fue retirada.
El resto ya lo conoce. Nueva ubicación y nueva estatua para el primer
europeo que, de forma oficial, avistó las tierras americanas. Una
estatua que por cierto, poco o nada, tiene que ver con la original. Pero
esa es otra historia.