No eran unos baños públicos al uso. Compartían el uso higiénico y la utilidad social con cualquiera de los baños de la época, pero se trataba de un hammam bastante exclusivo. Siendo Califa Abu Yacub, quizá el uso de este espacio estaba reservado a una pequeña parte de la sociedad. Su cercanía con la mezquita Aljama y el Alcázar, y su riqueza compositiva y ornamental, han llevado a los expertos a determinar esta evidencia. Y es que el Bar Giralda está a unos 50 metros de la torre que le da nombre; ya presente como alminar, en obras, en la entonces mezquita.
Hasta 89 luceras con cinco formas distintas copan los techos del Bar Giralda, una cantidad muy superior a la habitual en un baño público. En uno de los salones, la antigua sala fría, se encuentran hasta cinco hileras de estas claraboyas, cuando lo normal era construir solo tres. Las paredes completamente cubiertas por pinturas murales con motivos geométricos y lacería en rojo, también son excepcionales. Pocos baños públicos de esa época, ninguno en la Península, cuenta con pinturas más allá del zócalo.
Las obras depararon una sorpresa mayúscula con el descubrimiento de los restos de un baño árabe en la Cervecería Giralda. Lo sorprendente fue el excelente estado de 89 luceras y la magnífica conservación de las pinturas en sus paredes, que suben hasta la cúpula de las distintas salas del baño público.
Cuando el Grupo Patanchón adquiere el restaurante en 2007, además del testigo de un bar mítico, recibe una reliquia. Un curioso visitante, Al Sayvid Salem, catedrático de la Universidad de Alejandría, atraído por la herencia de la cultura almohade y sabedor de la importancia que los baños públicos tenían en esa época puso toda su atención y conocimiento al servicio de las averiguaciones sobre la Giralda. De su erudita observación surge un artículo publicado en 1956, que analizaba las formas arquitectónicas conservadas en el edificio y proponía que se trataba de un hammam del siglo XII
Un documento así crece en importancia en base al interés que se le aplique. El hostelero sevillano Federico G. Patanchón, amante de las artes e indagador de la historia, vio, en sus manos, la oportunidad perfecta de recuperar una joya. Y así pasaron diez años. De 2007 a 2017, buscando el momento oportuno para emprender la confirmación de lo que ese documento único planteaba. El Hammam de la calle Mateos Gago era un local lujoso por la alta sociedad almohade y con una riqueza ornamental incomparable.
Es entonces, en 2017, y ya con la colaboración del arquitecto Fran Díaz, cuando Federico se decide a descubrir la maravilla que una capa de yeso separaba de la ciudad de Sevilla. Tres años más tarde, el proyecto al fin veía la luz. Y Sevilla, sus luceras. Con la sospecha como premisa, nada más iniciarse los trabajos de restauración, los albañiles cedieron su puesto a los arqueólogos.
Tras unas primeras catas sin éxito y con el ánimo en peligro de decepción, aparece la primera lucera y el planteamiento, como era de esperar, cambia. Se retrasa la obra y empieza el estudio del Patrimonio. El arquitecto Fran Díaz, los arqueólogos Álvaro Jiménez, José Manuel Rodríguez, Fernando Amores y la empresa Gares asumen la tarea de recuperación del espacio.
Cada día y cada metro de techo que se trabaja, confirma y mejora las expectativas. Según los expertos, el trabajo del arquitecto Vicente Traver a inicios del siglo XX fue clave para el estado de conservación actual de la Cervecería Giralda. Traver reformó el edificio para convertirlo en un hotel. Sabedor de la riqueza de su ornamentación, la protegió a conciencia. De aquella época, se conserva también el zócalo de azulejos trianeros de Ramos Rojano y la barra de madera.
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