Tan solo habían pasado escasamente trece años desde que el 10 de diciembre de 1898, se firmara el Tratado de París, que ponía fin a la Guerra Hispano-Estadounidense y con ello al imperio español, liquidando las últimas posesiones de ultramar, entre ellas la isla de Cuba. Por ello, cuando en 1911 el Ministro de estado español, invitó al gobierno cubano a participar en el certamen Hispano-Americano, la respuesta de éste fue evasiva, solicitando más información antes de pronunciarse.
La participación de la República de Cuba en el Magno Certamen fue, al principio, bastante incierta pues, además de la proximidad de los hechos del 98, el país se encontraba con una preocupante inestabilidad política producida por la rivalidad existente entre los partidos liberal y conservador que había dado lugar a que, en 1906 los liberales acogiéndose a la enmienda Platt, solicitaran de EE:UU la imposición de un administrador militar, creando un ambiente poco propicio para la participación en un certamen, que proclamaba la unión entre los pueblos hispanoamericanos.
No obstante, el gobierno cubano comprometió su participación, en la Exposición Internacional del Sesquicentenario celebrada en Filadelfia en 1926 y en la Exposición Nacional e Inter-antillana de Santiago, en la República Dominicana de 1927.
Pero la importante colonia española establecida en aquel país, se calculaba en medio millón los residentes en la isla, con una fuerte presencia en la economía y las buenas relaciones que se mantenían entre ambos países hizo que, pasados unos años, la situación fuera más favorable para la concurrencia al certamen. Y tras la reactivación de las invitaciones a los países extranjeros por parte del gobierno de Primo de Rivera y, con motivo de la visita a Madrid del Presidente de la Cámara de representantes cubana en el mes de agosto de 1925, a fin de iniciar las conversaciones para la firma del Tratado de Comercio entre ambos países, se le reitera el deseo del gobierno español de que Cuba concurriera a la Exposición. Ese mismo mes, a petición del Secretario de Estado, en el Consejo de gobierno cubano, se acordó concurrir al certamen sevillano, así como la inclusión en el ante-proyecto de Presupuestos al crédito necesario.
Pero un año más tarde, en agosto de 1926, el Ministerio de Estado español, informaba al Comité de la Exposición, de haber recibido una comunicación del Secretario de Estado de la República de Cuba, lamentando que la concurrencia de este país no se haría con un pabellón permanente, debido a las condiciones que imponía el ayuntamiento hispalense para la concesión de los terrenos, apareciendo incluso en la prensa cubana, la noticia de que el país no participaría en la Exposición Iberoamericana.
Sin embargo, algo debió cambiar, y en el mes de marzo de1927, se supo, a través del Secretario de Estado, Manuel Ortiz, que en los próximos presupuestos, se destinaría, en el capítulo de gastos la cantidad de 50.000 pesos para la construcción y gastos de la representación de Cuba. A mediados de mayo, el senador José Manuel Cortina presentó al Senado, un proyecto de Ley para la participación de dicho país en la muestra sevillana, con un crédito de 50.000 pesos (750.000 pesetas) para la construcción del pabellón, siendo aprobado dicho proyecto por la alta Cámara el 25 de dicho mesa.
Pudiera ser éste el motivo, el escaso presupuesto, por el que se diseñara un primer proyecto de pabellón de carácter provisional realizado en madera cuyas ornamentaciones en fachada e interiores vendrían ya realizadas para ser colocadas directamente, siendo lo más destacado, la puerta de acceso de cuatro metros de altura, estando diseñado el edificio por los ingenieros del ejército cubano, el comandante Luis Hernández Savio y el capitán González del Real y de la Vega, su auxiliar.
En junio, el Ministerio de Estado traslada un telegrama del Encargado de Negocios de España en La Habana, informando a la Comisión Permanente de la Exposición de la aprobación por Senado cubano, del proyecto de Ley, concurrencia que se haría con un pabellón permanente, aunque la sanción definitiva por la Cámara de Representantes y su publicación en la Gaceta oficial de la República se retrasaría hasta el 22 de diciembre. El importe asignado, fue el mismo con el que se dotó a la representación cubana para la Exposición Internacional del Sesquicentenario de Filadelfia, celebrada el año anterior.
Esta corta asignación, tuvo que ser ampliada y, en el mes de octubre de 1928,el presidente, el general Gerardo Machado Morales, firma un Decreto por importe de 30.000 pesos para gastos la organización, que se sumarían a los 50.000 destinados a la construcción, liberados en el mes de diciembre del año anterior.
Aunque ciertamente la asignación presupuestaria para la representación cubana parece exigua, 80.000 pesos, hay que tener en cuenta que todos los materiales empelados para su construcción, fueron enviados desde Cuba, tales como: madera, hierro, ladrillos, cemento, piedras, mármoles, etc, solo la cal y la arena se adquirió como compra local; además, los artesonados, balcones, balaustradas, mobiliario, expositores y demás elementos decorativos, algunos fueron donados y otros ejecutados en la isla, incluso en centros y talleres oficiales y la construcción de los edificios, fue llevada a cabo por personal del ejército, por lo que supuso de ahorro considerable no solo de materiales sino de mano de obra al evitar la contratación de una constructora, teniendo en cuenta los elevados costes de materiales y salarios de los operarios debido a la fiebre constructiva de ese momento.
Todos los materiales de ornamentación, maderas, piedras, mármoles así como mobiliario, cuadros y todos los productos que se iban a exponer, fueron transportados en barco desde Cuba, por lo que el Embajador en Madrid solicitó y le fue concedida, la exención de los derechos de muellaje e impuestos de desembarque que se sumaba así a la liberación de las exacciones de toda clase de derechos de aduanas que tenían los materiales de construcción de los pabellones extranjeros, que había dispuesto por el gobierno español abaratando los costes de transporte. No era este tema menor, ya que para la construcción y decoración del pabellón se transportaban en barco, prácticamente todos los materiales y objetos, lo que redundaba en el ahorro de los costes de la representación. Solo en piedras de Capellanía se transportaban 480 bloques y losas de mármol de la isla de Pinos, 11.500 metros lineales de madera ,más 3.00 piezas de cedro y caoba de Cuba; 1.500 barriles de cemento, material sanitario,400 cajones con mosaicos de madera, 400 bultos de obras de carpintería, sin contar el mueblaje del pabellón, cuadros, lámparas, etc. así como los objetos y stands que las casas comerciales trasladaron para ser expuestas.
No obstante, este esfuerzo en rebajar los costes no fue suficiente y en el mes de enero de 1929, por decreto presidencial, a propuesta del Secretario de Hacienda, se asignan 42.00 pesos más destino a la terminación del pabellón, por lo que podemos concluir que el importe total asignado para la construcción y organización de la concurrencia cubana se elevó a 122.000 pesos, más del doble inicialmente presupuestado.
Debido a la premura de tiempo, a mediados de 1927 la Exposición tenía prevista su inauguración el 12 de octubre de 1928, el diseño del pabellón cubano le fue encargado directamente a los arquitectos de aquel país Evelio Govantes Fuentes y a Félix Cabarrocas Ayala que aportaron el proyecto de forma desinteresada y entendieron que, debido al carácter esencialmente histórico de la Exposición, éste lo concibieron en estilo del primer período colonial cubano, al que acoplaron detalles que aún se mantenían de ese período en La Habana.. Al no disponer el país de estilo propio, incidiendo en la utilización de ricas maderas en artesonados, balcones, rejas y columnas torneadas y piedras y mármoles para el porche y enlosados.
El contacto de Govantes y Cabarrocas con la arquitectura cubana colonial tenía lugar por esos mismos años al estar al frente de la restauración de tres importantes edificios civiles que deja profundas huellas en sus concepciones arquitectónicas.
Los planos del proyecto del pabellón estuvieron en posesión de los comisionados Quiñonez y Castells, a primeros de septiembre de 1927, siéndoles entregado al Secretario de Estado, para que posteriormente éste lo presentara al Jefe del Gobierno, general Gerardo Machado para su aprobación, así el día 23 de diciembre, es aprobado por la Permanente de la Exposición el proyecto del pabellón que habían diseñado los arquitectos cubanos.
Por parte de industriales del tabaco, hubo un intento de construir un pabellón independiente, llamado Salón del Tabaco, de unos 300 metros cuadrados, en el que los fabricantes expondrían en stands sus labores, pero al final no llegó a realizarse, ocupando un espacio similar dentro del pabellón de exhibiciones.
La entrega oficial de los terrenos estaba prevista se realizara el 1 de febrero de 1928 pero hubo retrasar dichas entrega meses más tarde. El día 9 de junio de 1928, en un solemne acto, se produjo la entrega oficial de los terrenos a la que acudieron diversas autoridades cubanas y sevillanas. Al día siguiente, se celebró la ceremonia de descubrir una lápida que daba nombre como Plaza de Cuba, a la plaza situada delante del antiguo convento de los Remedios, donado por el millonario cubano Rafael González Abreu.
Este pabellón se componía de dos edificios: uno, permanente de 30 x 40 metros llamado Casa de Cuba, donde se situaba la fachada principal; y otro provisional de 40 x 40 metros en la fachada posterior denominado pabellón de Exhibiciones.
La Casa de Cuba tiene tres plantas de altura, dos de igual tamaño y la tercera más reducida, formada por un mirador que daba más esbeltez al conjunto. Los autores la conciben en estilo colonial cubano, mezclando detalles exclusivos del barroco español con los elementos arquitectónicos más utilizados en la isla: piedra y rica carpintería tanto en el interior como en el exterior con los típicos balcones cubanos y que se destinaría, una vez terminada la muestra, a oficina consular, alojamiento de personal pensionado por el estado y para contener una exposición permanente de productos nacionales.
La construcción se realizó, en la parte permanente, mediante cimentación de zapata corrida de hormigón armado de poco espesor sobre el que se construyó muros también de hormigón armado, que daban apoyo a los muros de carga, éstos de fábrica de ladrillo en fachada,; jácenas metálicas perpendiculares a la fachada principal y losas de hormigón armado. Las cubiertas central y laterales se ejecutaron en teja árabe sobre tablazón de madera de caoba.
La planta es rectangular, formada por tres cuadrados yuxtapuestos a los que superpone otro, central, cuyo lado es la mitad de la suma de los tres y que determinan la dimensión del porche y la anchura del mirador.
El pabellón de Exposiciones se acoplaba a la fachada posterior del edificio permanente. Era de planta cuadrada y su construcción se realizó en madera, con una sola planta de altura. En el centro, se hallaba un patio rodeado por un claustro cubierta cuyo alero estaba soportado por pilares cuadrados de madera. En el interior, las cuatro galerías que lo componían, estaban diseñadas para ser ocupadas por las exposiciones de los productos nacionales.
Este edificio se acoplaba sin más en la parte posterior del permanente, sin relación alguna con su estilo y volumen, muy distinto a otro caso similar como es el pabellón de Portugal, donde la parte provisional conjugó perfectamente con el edificio permanente, siendo significativo que, aunque aparece dibujado en el plano de planta del pabellón, no así en el boceto del alzado de éste firmado por Govantes y Cabarrocas, en la zona trasera de la Casa de Cuba.
A primeros de abril, ya estaba terminada la cimentación, así como la instalación de la estructura de hierro,. En junio la estructura de hormigón del edifico permanente prácticamente estaba concluida, solo pendiente de la colocación de las placas del tercer piso, iniciándose a partir de entonces las delicadas obras de decoración. A finales de noviembre estaba prevista la finalización de la construcción del Pabellón de Exhibiciones y la colocación de las losas en el patio así como la instalación de la Virgen de la Caridad del Cobre y en el edificio permanente solo quedaba por instalar los magníficos techos de madera
En el mes de diciembre, con motivo de la estancia de S. M. el Rey Alfonso XIII en la ciudad, realizó una serie de visitas a las obras de los pabellones americanos, siendo acompañado por el Delegado del pabellón coronel Quiñones y el arquitecto encargado de las obras comandante Hernández Savio, mostrándose los planos de los edificios y las fases en que se encontraban las obras, siendo obsequiado don Alfonso con una caja de tabacos, elaborado especialmente por la firma Partagás, con el escudo real en la vitola y un rico estuche de carey.
Al año de iniciarse las obras, en el mes de febrero de 1929, el pabellón provisional de exhibiciones se encontraba totalmente terminado y la Casa de Cuba exteriormente ya se había concluido, quedando pendiente solo algunas obras en el cuerpo superior. Interiormente, se estaba empezando a instalar stands para diferentes exhibiciones, como las de Tabaco, decorado con motivos de hojas de dicha planta; Sanidad, Enseñanza y de distintos fines comerciales, realizadas en diversos estilos, que habían sido diseñadas por José Hurtado de Mendoza. La oficina de Propaganda e Información a cargo de Francisco Meluzá Otero, también se encontraba ya instalada en el pabellón, estando prevista la terminación de las obras para el 30 de marzo.
Durante este mes, se terminó la decoración del Salón del Tabaco a cargo del delegado artístico del pabellón. También había finalizado la construcción del porche de entrada y se encontraban muy avanzado la colocación de los techos habiendo finalizado la instalación del artesonado del vestíbulo.
A un mes de la apertura de la muestra, se trabajaba denodadamente en terminar los detalles ornamentales que aún faltaban, como los zócalos de madera de ácana, la colocación del barandaje de caoba y peldaños de las escaleras, así como la terminación de la pintura de la última planta y la instalación de las ventanas y cristaleras. Ya se encontraba abonada la tierra y cimentada las calles del jardín, quedando pendiente la colocación de la fuente-surtidor y se trabajaba activamente en la colocación y montaje de los stands comerciales, que ya venían construidos desde Cuba y que cada firma había confeccionado sus muebles en diferentes estilos rompiendo la monotonía del conjunto debido a la diversidad de formas.
El edificio principal, que contaba de dos plantas y mirador, obedeciendo su composición al esquema clásico de villa y cuyos elementos son característicos de la arquitectura cubana, evocando una típica residencia señorial criolla, del más puro estilo colonial, en el que se mezclan el barroco español con algunas características del país.
El porche de entrada, formado por una gran arcada construida con piedras traídas de las canteras cubanas de Jaimanitas y Capellantes, la misma que sirvió para levantar las murallas, la Catedral y los castillos de Punta y de la Fuerza, se inspira en los conocidos portales de las Casas del Doiz del siglo XVIII. Las rejas realizadas en ricas maderas nacionales, son una copia de las existentes en el histórico convento de Santa Clara, donde se encontraba ubicada la Secretaría de Obras Públicas del gobierno cubano; y a la izquierda, sobre el muro del porche, se situó una lápida en bronce, en la que daba testimonio de la realización de la Casa de Cuba durante la presidencia del general Machado. Actualmente, se ha instalado otra en ek mismo lugar de la Junta de Andalucía.
Fuente: Juan José Cabrero Nieves
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