martes, 2 de enero de 2024

EDIFICIOS: EDIFICIO ESTACIÓN DE AUTOBUSES DEL PRADO




Está al sudeste del casco histórico, en el Prado de San Sebastián

El proyecto fue realizado por Rodrigo Medina Benjumea en 1938. Este pertenecía a Oficinas Técnicas de Arquitectura e Ingeniería S.A., en la que también estaban Felipe Medina Benjumea, Luis Gómez Estern y Alfonso Toro. Su estilo arquitectónico es racionalista. ​ La estación y los bloques de pisos que la rodean se construyeron entre 1938 y 1944. ​Fue la primera estación de autobuses de Andalucía. ​

En mayo de 1960 se hizo un proyecto de aparcamiento de autobuses y servicio de repostaje para los mismos. La realización de dicho aparcamiento se aprobó en 1969

El vestíbulo está decorado con murales de Juan Miguel Sánchez. ​Se trata de ocho murales fovistas que presentan escenas costumbristas andaluzas o paisajes de la geografía de la región. Entre ellos hay uno de su tierra natal, El Puerto de Santa María. Fueron realizados en 1941.

El vestíbulo tiene 15 taquillas. La estación tiene 24 andenes. ​

El propietario es el Ayuntamiento de Sevilla y, tras unas obras de rehabilitación en 2014, se ha destinado a autobuses turísticos.

Para conocer los orígenes de esta estación hay que remontarse hasta mediados de los años 30, cuando el arquitecto sevillano Rodrigo Medina Benjumea recibe el encargo de construir un edificio funcional que albergue viviendas y una estación de autobuses en planta baja.

El lugar elegido para su emplazamiento era el Prado de San Sebastián, muy cerca de la Estación de Trenes de San Bernardo y del recinto donde recientemente se había celebrado la Exposición Iberoamericana, una de las zonas con mejor accesibilidad y servicios del momento.

Desafortunadamente con muchos contratiempos que surgirán durante las obras del nuevo edificio, levantado en plena Guerra Civil y con un estilo bastante controvertido, ya que Rodrigo Medina opta por un arquitectura racionalista radicalmente opuesta al Regionalismo que promueven y casi exigen construir las autoridades de la época.

Estilo sobrio con una geometría simple y sin apenas decoración ni ornato. El racionalismo contrasta con la arquitectura regionalista que los Aníbal, Talavera y Espiau llevaban desarrollando en Sevilla desde principios de siglo y que tan buena aceptación había tenido entre la población.

No en vano, mientras los racionalistas europeos se nutrían de los conceptos y la obra de Le Corbusier o Mies van del Rohe, los arquitectos sevillanos buscaban en el pasado de la ciudad su fuente de inspiración, tomando como elementos de los palacios mudéjares del Alcázar, del gótico de la Catedral o de las iglesias barrocas.

Pese a todo, el racionalismo había sido tímidamente introducido en la ciudad durante la misma Exposición del 29, donde el Regionalismo alcanza su máxima expresión por la figura de Gabriel Lupiáñez Galy que construye el Hotel Eritaña, y, en los años 20, el Mercado de la Puerta de la Carne, considerado uno de los primeros “edificios modernos” de la ciudad.

Pero no llegarán a calar esas “moderneces” entre los sevillanos, que prácticamente se ponen en pie de guerra cuando ven que, en la mismísima Plaza de la Magdalena” está levantado el edificio “Cabo Persianas” todo un escándalo para la época.

Sin embargo, nada parece medrar en el ánimo de Medina Benjumea, que sin contemplaciones construye un edificio cuyo perímetro será ocupado por grandes volúmenes destinados a vivienda mientras su interior crea un vacío en el que se desarrollará la estación de autobuses.

Un edificio de líneas simples, rectas y curvas, donde destacan los pilares de hormigón que sustentan la cubierta de la estación, cuya influencia habría que buscarla en la arquitectura desarrollada por Frank Lloyd Wright en Estados Unidos, lejos de los palacios e iglesias que inspiraban a los regionalistas.

La nueva Estación del Prado se termina comenzada la década d elos 40, entrando en funcionamiento de inmediato. No será un edificio del que los sevillanos se sientan orgullosos, tampoco un parche, simplemente será eso, una estación de autobuses.

Y es que el racionalismo no termina de arraigar en la ciudad, si acaso al contrario. Así, cuando las nuevas autoridades competentes en materia de arquitectura, pasada ya la mitad de siglo, se olvidan del Regionalismo, de pasado, de historia, incluso de arquitectura, y permitan el derribo de palacios de Sánchez Dalp,, del Conde Duque, o de la familia Cavalieri, o de los Hoteles Venecia y Madrid, la gente verá como en su lugar se levantan enormes moles edificios con una geometría simple, sencilla, sin adornos, ni ornatos, racionalistas.

Quizás sea ese el problema que los edificios modernos sustituían a bellos palacios o colegios históricos o a lujosos hoteles.

Por ello, no es de extrañar que cuando en los años 60 construye Ramón Montserrat Ballesta sobre el solar del cuartel de San Hermenegildo (que ocupaba un antiguo colegio del siglo XVI) la Comisaría de la Gavidia, edificio de gran calidad arquitectónica y uno de los mejores ejemplos del racionalismo español, el sevillano lo verá como ajeno, como intruso y no le diera valor algunos.

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