Está al sudeste del casco histórico, en el Prado de San Sebastián
El proyecto fue
realizado por Rodrigo Medina Benjumea en 1938. Este pertenecía a Oficinas
Técnicas de Arquitectura e Ingeniería S.A., en la que también estaban Felipe
Medina Benjumea, Luis Gómez Estern y Alfonso Toro. Su estilo arquitectónico es
racionalista. La estación y los bloques de pisos que la rodean se
construyeron entre 1938 y 1944. Fue la primera estación de autobuses de Andalucía.
En mayo de 1960 se hizo un proyecto de
aparcamiento de autobuses y servicio de repostaje para los mismos. La
realización de dicho aparcamiento se aprobó en 1969
El vestíbulo está
decorado con murales de Juan Miguel Sánchez. Se trata de ocho murales fovistas que
presentan escenas costumbristas andaluzas o paisajes de la geografía de la
región. Entre ellos hay uno de su tierra natal, El Puerto de Santa María. Fueron
realizados en 1941.
El vestíbulo tiene 15
taquillas. La estación tiene 24 andenes.
El propietario es el
Ayuntamiento de Sevilla y, tras unas obras de rehabilitación en 2014, se ha
destinado a autobuses turísticos.
Para conocer los
orígenes de esta estación hay que remontarse hasta mediados de los años 30,
cuando el arquitecto sevillano Rodrigo Medina Benjumea recibe el encargo de
construir un edificio funcional que albergue viviendas y una estación de
autobuses en planta baja.
El lugar elegido para
su emplazamiento era el Prado de San Sebastián, muy cerca de la Estación de Trenes
de San Bernardo y del recinto donde recientemente se había celebrado la
Exposición Iberoamericana, una de las zonas con mejor accesibilidad y servicios
del momento.
Desafortunadamente con
muchos contratiempos que surgirán durante las obras del nuevo edificio,
levantado en plena Guerra Civil y con un estilo bastante controvertido, ya que
Rodrigo Medina opta por un arquitectura racionalista radicalmente opuesta al
Regionalismo que promueven y casi exigen construir las autoridades de la época.
Estilo sobrio con una
geometría simple y sin apenas decoración ni ornato. El racionalismo contrasta
con la arquitectura regionalista que los Aníbal, Talavera y Espiau llevaban
desarrollando en Sevilla desde principios de siglo y que tan buena aceptación
había tenido entre la población.
No en vano, mientras
los racionalistas europeos se nutrían de los conceptos y la obra de Le
Corbusier o Mies van del Rohe, los arquitectos sevillanos buscaban en el pasado
de la ciudad su fuente de inspiración, tomando como elementos de los palacios
mudéjares del Alcázar, del gótico de la Catedral o de las iglesias barrocas.
Pese a todo, el
racionalismo había sido tímidamente introducido en la ciudad durante la misma
Exposición del 29, donde el Regionalismo alcanza su máxima expresión por la
figura de Gabriel Lupiáñez Galy que construye el Hotel Eritaña, y, en los años
20, el Mercado de la Puerta de la Carne, considerado uno de los primeros
“edificios modernos” de la ciudad.
Pero no llegarán a
calar esas “moderneces” entre los sevillanos, que prácticamente se ponen en pie
de guerra cuando ven que, en la mismísima Plaza de la Magdalena” está levantado
el edificio “Cabo Persianas” todo un escándalo para la época.
Sin embargo, nada
parece medrar en el ánimo de Medina Benjumea, que sin contemplaciones construye
un edificio cuyo perímetro será ocupado por grandes volúmenes destinados a
vivienda mientras su interior crea un vacío en el que se desarrollará la
estación de autobuses.
Un edificio de líneas
simples, rectas y curvas, donde destacan los pilares de hormigón que sustentan
la cubierta de la estación, cuya influencia habría que buscarla en la
arquitectura desarrollada por Frank Lloyd Wright en Estados Unidos, lejos de
los palacios e iglesias que inspiraban a los regionalistas.
La nueva Estación del
Prado se termina comenzada la década d elos 40, entrando en funcionamiento de inmediato.
No será un edificio del que los sevillanos se sientan orgullosos, tampoco un
parche, simplemente será eso, una estación de autobuses.
Y es que el racionalismo
no termina de arraigar en la ciudad, si acaso al contrario. Así, cuando las nuevas
autoridades competentes en materia de arquitectura, pasada ya la mitad de siglo,
se olvidan del Regionalismo, de pasado, de historia, incluso de arquitectura, y
permitan el derribo de palacios de Sánchez Dalp,, del Conde Duque, o de la
familia Cavalieri, o de los Hoteles Venecia y Madrid, la gente verá como en su
lugar se levantan enormes moles edificios con una geometría simple, sencilla,
sin adornos, ni ornatos, racionalistas.
Quizás sea ese el
problema que los edificios modernos sustituían a bellos palacios o colegios
históricos o a lujosos hoteles.
Por ello, no es de extrañar que cuando en los años 60 construye Ramón Montserrat Ballesta sobre el solar del cuartel de San Hermenegildo (que ocupaba un antiguo colegio del siglo XVI) la Comisaría de la Gavidia, edificio de gran calidad arquitectónica y uno de los mejores ejemplos del racionalismo español, el sevillano lo verá como ajeno, como intruso y no le diera valor algunos.
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