No existe el bullicio entre sus muros, aunque se encuentra en pleno centro histórico de Sevilla, con el Archivo de Indias, la Puerta de Jerez y el Arenal circundándola.
No es en sí una plaza, si no el espacio que delimita una ancha calle Habana, antaño Patio de Mercaderes de la Real Casa de la Moneda. Y otras calles menores, igualmente vistosas.
No es en sí un monumento, puesto que a principios del siglo XX se convirtió en núcleo residencial, pero el glorioso pasado al que responde hacen al conjunto meritorio de su título de Bien de Interés Cultural.
Este enclave transporta al «turista» a la Sevilla de Indias, al pujante siglo XVI, aunque el terreno ya había sido recinto amurallado en el siglo XIII. Deléitese pues, con sus arquerías, con su solería empedrada, al más puro estilo castellano, con un lugar donde el tiempo parece detenerse.
La «plaza» se encuentra ahora más oculta porque el arco de entrada principal, una portentosa obra de Van der Brocht en el siglo XVIII se encuentra completamente tapiado por unas obras que, al igual que ocurre con la sensación de tiempo en el recinto, parecen ir a otro ritmo.
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