El Convento de las Santas Justa y Rufina, conocido como Convento de los Capuchinos, fue fundado en el siglo XVII.
En 1627 el capuchino Agustín de Granada, comisario general de la custodia de Andalucía, se trasladó a Sevilla y planteó al arzobispo Diego Guzmán la creación de un hospicio de su orden con cuatro o seis religiosos para decir misa, lo que fue autorizado ese mismo año.
A extramuros de la ciudad, cerca de la Puerta de Córdoba, se encontraba la ermita de las Santas Justa y Rufina, con una casa aneja. La tradición dice que en esta ermita se encontraban enterrados los restos de estas santas. En este lugar las monjas agustinas tuvieron el Convento de San Leandro, hasta que se trasladaron intramuros de la ciudad en 1367. En el siglo XVII la ermita de las Santas Justa y Rufina estaba regentada por una hermandad, que la donó a los capuchinos. Estos se instalaron en la casa de al lado y usaron aquella ermita como templo. En 1637 los capuchinos compraron a las agustinas los terrenos de alrededor y, posteriormente, adquirieron terrenos anejos a los religiosos del Espíritu Santo, de Belén, del Carmen Calzado y del Cabildo Catedralicio.
En 1628 Inés de Quintanilla, viuda de Diego Carreño, donó en su testamento sus bienes para la fundación de un convento de las monjas recoletas agustinas de Santa Mónica y, en el caso de que este no se fundara, para los capuchinos. Como el otro no se fundó, con estos fondos, los frailes construyeron su nuevo convento. En 1632, Inés de Quintanilla, que estaba enterrada en la Iglesia de Santiago el Mayor, fue enterrada en el templo conventual.
En el siglo XVII el convento recibió varias donaciones, entre las cuales se encontraban: los duques de Medinaceli; Joseph Escobedo, capitán y caballero de la Orden de Santiago, que fundó una capellanía en el templo; Juan Ordóñez de Pineda, que en 1668 donó fondos para la decoración de retablos de la iglesia y para cuadros de Murillo; y Guillermo de Clareboux, oriundo de Pirex y asentado en Sevilla en 1667, que donó fondos para la construcción de la enfermería y el noviciado y que fue enterrado en la capilla de dicha enfermería en 1699.
El convento fue finalizado en 1630.
El convento sufrió las riadas por el desbordamiento del arroyo Tagarete de 1784 y 1796.
Con la invasión francesa de Sevilla, en 1810, los frailes escaparon. Por encargo del definidor provincial Luis Antonio de Sevilla, los cuadros de Bartolomé Esteban Murillo del convento fueron llevados en barco a Cádiz y, de ahí, a Gibraltar. Solamente se quedaron en Sevilla tres, que fueron incautados por el mariscal Soult, aunque luego fueron devueltos. En la invasión, se perdió todo el fondo documental del archivo del convento, con libros de memorias de las misiones a Guinea, Congo y Mámora, memorias de los conventos de Málaga y Murcia, biografías de 127 frailes capuchinos de entre 1618 y 1805 y los libros de fundaciones de todos los conventos capuchinos de Andalucía. El convento fue convertido en hospital.
Tras la expulsión de los franceses en 1812, y con las gestiones de fray José Cambil y el apoyo del gobernador militar Pedro Gilmaret, los capuchinos volvieron a instalarse en el inmueble en 1813. Todos los cuadros volvieron al convento, salvo los de San Miguel y la Santa Faz. El convento fue restaurado. A la iglesia se le añadieron dos capillas en los laterales, que contaron con la ayuda económica del Cabildo Catedralicio por lo que, en agradecimiento, el convento donó a la catedral el cuadro del Santo Ángel de la Guarda.
En 1834 el convento tenía: 23 sacerdotes, 1 profeso clérigo, 19 profesos no clérigos, 40 novicios clérigos, 10 novicios no clérigos y 10 postulantes.
Fue desamortizado en 1835. En 1838 fue adquirido por la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. No obstante, por dejación de los pagos, el convento pasó de nuevo a manos del Estado. En 1839 pasó a manos de Antonio Rodríguez. A mediados del siglo XIX fue otra vez propiedad del Estado y en 1856 fue adjudicado al Ayuntamiento, que instaló en el mismo el Hospital Provincial de Isabel II, tras las epidemias de enfermos de cólera que había habido en 1854 y 1855. En 1859 se habilitó para atender a heridos de guerra. Posteriormente, sirvió para acoger a pobres y vagabundos y como almacén de la alcaldía.
La iglesia permaneció abierta al culto a cargo de un capellán. El capellán fray Francisco de Paula y Estepa realizó avisos a mediados del siglo XIX del mal estado en el que se encontraba el antiguo convento. El régimen surgido de la Revolución de 1868 propuso el derribo del mismo y de su iglesia, aunque finalmente esto no se llevó a cabo. Entre 1868 y 1871 la imagen de la Divina Pastora de esta iglesia estuvo en la Iglesia de San Julián. En 1889 se constituyó la comunidad de capuchinos de Sevilla.
En 1894 el ayuntamiento otorgó el uso del convento a los capuchinos. En 1914 el convento pasó a ser propiedad de la orden a cambio de una huerta comprada en 1895.


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