lunes, 17 de marzo de 2025

ANTIGÜEDAD COMERCIAL: CONFITERÍA LA CAMPANA













 

Confitería La Campana, una de las más antiguas (1885)

Como el huevo y la gallina, en la ciudad no se entiende la una sin la otra y hablar de la plaza de la Campana es imaginarse comiendo una torrija en esta emblemática pastelería mientras se espera la llegada de la primera cruz de guía de la Semana Santa. 

No es de extrañar que el sevillano suela relacionar la plaza con la confitería casi sin dudarlo. Esta última lleva en la misma esquina 140 años, habiendo coexistido con Alfonso XII, Alfonso XIII, la II República, la dictadura de Franco y todo lo que va de democracia. Ahora, la centenaria confitería se adapta a los tiempos modernos y acaba de inaugurar un nuevo obrador en Santiponce.

La confitería La Campana es una pequeña empresa familiar que rezuma historia y un cierto halo de romanticismo. Antonio Hernández Merino, un roteño que vivió en Filipinas cuando todavía era colonia española, fundó la confitería en 1885. Por aquel entonces ya estaba casado con Margarita Nalda Gil, hija de un médico militar de la que se enamoró perdidamente durante su estancia en Filipinas. Fruto de ese matrimonio nacieron ocho hijos de los que dos quisieron continuar con el negocio de su padre.

Entre los incontables establecimientos hosteleros de Sevilla que desempeñan un papel protagonista en la historia de la ciudad por sus incansables servicios a la población, una serie de nombres propios destacan por encima de los demás por haberse convertido en iconos inconfundibles por sí solos.

Este es el caso de la Confitería La Campana, ubicada en el centro histórico junto a la Plaza del Duque. Desde 1885, hace ya la friolera de 140 años, los dulces de La Campana han conquistado los paladares de sevillanos y turistas por igual, con un amplio abanico de opciones que siguen la tradición confitera de la capital hispalense, que ya de serie es una de las ciudades más importantes del panorama gastronómico internacional por su oferta culinaria infinita, e incluso acoge en la actualidad elementos procedentes de todos los rincones del mundo en sus calles.

En definitiva, es complicado entender la herencia confitera sevillana sin pensar de manera instantánea en La Campana, que para muchos es la pastelería, cafetería y confitería más importante de toda Sevilla, no solo por su impecable decoración tradicional y la calidad de sus servicios, sino también por su ubicación envidiable en el centro neurálgico de la ciudad, más concretamente en una de las zonas con más ambiente de todo el territorio, cerca de la Facultad de Bellas Artes y al final de la legendaria calle Sierpes.

Ahora bien, no muchos conocen los orígenes de este local y su nombre. Por ello, trataremos de homenajear como es debido a este auténtico símbolo culinario de nuestra ciudad, que sin duda desempeña un papel crucial en la identidad de la misma.

¿Por qué se llama Confitería La Campana? El famoso nombre de este local se origina en el mencionado año de 1885, con la fundación del mismo de la mano del maestro pastelero Antonio Hernández Merino. Por aquel entonces, un parque de bomberos se ubicaba en este mismo emplazamiento antes que la confitería, y dentro de este, sonaba una campana en determinados puntos del día. Tras oír esta campana en incontables ocasiones, Hernández se vio inspirado por su sonido para ponerle nombre a su establecimiento pastelero.

Poco sabía este prodigioso confitero que más de un siglo después, su invención seguiría, manteniéndose de manera inmortal, en el imaginario colectivo sevillano.

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