jueves, 12 de septiembre de 2024

CURIOSIDADES: LA BICICLETERÍA

 

Un ecléctico club-social subterráneo que rompe fronteras y une a las personas en una despreocupada efervescencia colectiva rara vez encontrada una noche normal en las calles de Sevilla.

El lugar no es fácil de encontrar. Uno no sabría que está allí por el aspecto exterior del lugar. Se ha de conocer a la gente adecuada o ser increíblemente hábil siguiendo indicaciones. Escondida en un rincón oscuro de la calle Feria, la entrada no es más que dos pesadas puertas de metal que muestran un par de décadas de desgaste con una tarjeta laminada pegada a cada lado sobre las que están impresas las palabras «Toca al Timbre» en letras negras y lisas. Encima, hay un letrero carmesí sin iluminación con el nombre de este establecimiento pseudo-clandestino: La Bicicletería.

En unos treinta segundos, se encuentra uno con uno de los tres porteros que rápidamente le empuja adentro con poco más que una palabra o dos, dependiendo de a qué hora se llegue y cómo de grande sea el grupo que vaya contigo. La suerte depende de quién esté trabajando esa noche. Si resulta que está José, entonces puede haber algún problema si es ya «tarde» (02:00). José tiene una voluble aunque rápida forma de hacer su trabajo. Si no se puede entrar, dirá bruscamente aunque con cortesía «tío, lo siento, ya no se puede entrar» y se acabó. Normalmente, sin embargo, éste no será el caso y, con una palabra amable y un cigarrillo. José siempre va a hacerte un sitio. De todas formas, lo importante es que los porteros son muy hospitalarios, tienen una buena dosis de humildad, y recuerdan las caras. Si te portas bien con ellos, se portarán bien contigo, así de simple.

Al empujar las puertas, se entra a un mundo que nunca habrías imaginado que existiría detrás de ellas. Amontonada en unas diez mesas pequeñas de todo tipo y tamaño que se alinean en las cuatro paredes cubiertas de arte de la planta baja, hay gente de todas las edades y ambientes. El tamaño del espacio, que es aproximadamente el de un garaje, es el que obliga a todo el mundo a juntarse, pero en un sentido armónico. Una noche, uno puede sentarse al lado de un hippy que tiene el pack completo: cuentas en sus rastas, y un olor curioso además de llevar un albornoz al que ató nudos antes de teñirlo para conseguir el diseño.

Tal vez te sientes al lado de un Rasta que viene desde África al que podrías atribuir el raro olor a humo en el aire o podrías estar sentado junto al gerente de una sucursal del Banco Santander que está cansado de la «rutina” diaria. Lo que siempre es entretenido ver es esta mezcla de personas apelotonadas y manteniendo una sana conversación mientras siguen adelante con su noche en medio del júbilo. La Bici es una anomalía. Personas de todos los ámbitos de la vida son capaces de juntarse en armonía, deshacerse de la mayoría de restricciones sociales y ser él mismo o ella misma o quien sea, o incluso lo que quieran ser, para el caso.

Mike, un habitual de la BIci de veintipico años, es un expatriado de Brooklyn que llegó a Sevilla hace seis años para enseñar inglés y escapar de su vida en Estados Unidos pero decidió quedarse después de descubrir lo mucho que le gustaba el país. Mike trabaja a partir de media mañana hasta altas horas de la noche, y va a La Bici para relajarse y hacer que se desvanezcan las largas clases y el ruido de sus enloquecidos estudiantes adolescentes. Puedes encontrar a Mike al menos de dos a cuatro veces a la semana en La Bici charlando con su compañero profesor de inglés, Peter, de Londres, o echando abajo el local con el ritmo de su baile.

Elena, un joven española de la ciudad que tiene tres trabajos, va igualmente a La Bici por su ambiente único y relajante y por la sensación de calma que le proporciona. Aunque dos de sus tres trabajos son por la noche, va a La Bici entre semana cuando no tiene que servir copas o promocionar espectáculos de las famosas discotecas Kafka o Cosmos de Sevilla. Normalmente, puedes encontrarla dos o tres veces por semana, saliendo con sus amigos Rasta o diciéndole cortésmente a unos ancianos que se marchen mientras mantiene una conversación con un artista o con uno de los porteros mientras se bebe una cerveza.

Emilio, de Italia, decidió abandonar su Milán natal para viajar por Europa en bici y, como él dice, ha encontrado en La Bici un espacio «libre» donde puede ser él mismo. Cuando era trabajador residente en un albergue local cerca de la Plaza de Museo, Emilio pasaba sus tardes libres tomando una copa o tres con sus compañeros de trabajo o amigos. Siempre se puede contar con que Emilio estará en La Bici quizás de cinco a siete veces al mes disfrutando de la música y manteniendo conversaciones al azar con extraños, una práctica común en La Bici.

Como dice uno de sus propietarios, «Es un refugio.» Un lugar para reunir tanto a los que son aceptados como a los que no son aceptados por la sociedad en un sentido de «caos autocontrolado.» La Bici la llevan dos hermanos de Mendoza, Argentina, Andrés y David Quiroga que establecieron la Bici en 2009 después de comprar y convertir el espacio de un taller de reparación de bicicletas a un «bar» 

Lo que poca gente sabe sobre La Bici es que los hermanos lo habían establecido originalmente y hasta cierto punto como un club-social privado donde hacía falta una tarjeta del club para entrar. Ellos explican esto como un método simple de justificar la entrada regulada a altas horas de la noche y evitar las multitudes demasiado ebrias. Normalmente, sin embargo, se puede entrar sin tarjeta de miembro si te portas bien en la puerta y solo estás con una o dos personas más.

No hacemos nada que no nos guste; si no quisiéramos ser clientes de nuestros propios negocios” explica Andrés.

Andrés y su hermano decidieron conservar la esencia de La Bici como una tienda de bicicletas. Si entras a La Bici, encontrarás piezas sueltas de bicicletas: ruedas, cadenas, pedales, manillares e incluso una bicicleta entera colgando del techo entre los muchos otros objetos variados y obras de arte que te rodean en

La Bici. La Bici es la culminación de todo lo que los hermanos han hecho hasta ahora. Han poseído y llevado muchos otros establecimientos, incluyendo un café y un bar en la ciudad de Nueva York y otros tres negocios en España: uno en Cádiz y dos en Sevilla, hasta que abrió La Bici. «La Bici es un reflejo de nuestra infancia, de todos nuestros emprendimientos, viajes y experiencias pasadas hasta ahora,» aclara Andrés. Ésta fue la base de la motivación que subyace detrás del arte abstracto, la elección musical ecléctica que abarca desde la Bossa Nova, el swing, las baladas de los años ochenta y el Hip Hop Hardcore, a los muebles reciclados, los empleados peculiares y el ambiente que ya de por sí es único de La Bici. «Es un poquito de todo», dice Andrés con una sonrisa satisfecha.

Bajo un mismo techo, en una noche cualquiera, se puede escuchar el «Girls Just Wanna Have Fun» de Cindy Lauper, «OPP» de Naughty by Nature, «La Chica Ipanema» de Astrud Gilberto, y ver teatro en vivo con un grupo de gente con la que nunca pensarías que te llevarías bien, resumió en pocas palabras. La Bici es un fenómeno; el ambiente del establecimiento es tan espeso como el humo que llena el lugar cada noche. La Bici es un lugar seguro, un lugar único, un lugar tranquilo, un lugar acogedor. ¿Es La Bici un bar? Se podría argumentar que La Bici es sólo un bar. Pero, después de estar allí por primera vez, ya se sabe que lo único que tiene La Bicicletería de bar o de normalidad es el tinto de verano y la cerveza Alhambra.

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GRAFFITIS: FLAMENCO

Plaza de la Gavidia, cerramiento de edificio