Junto a la histórica y bella iglesia de Santa María la Blanca, muy cerca de la Puerta de la Carne, existe un estrecho callejón que pasa casi desapercibido y que lleva el nombre de Dos Hermanas. Se llama así no por nuestra población, sino por la casa-palacio que se encuentra al final del mismo, y que durante muchos años fue propiedad y residencia oficial de la familia Pedrosa, el palacio de los marqueses de Dos Hermanas. El palacio, aun siendo conocido por buena parte de nosotros, sigue siendo, a la vez, un gran desconocido, pues nada se sabe sobre su devenir histórico.
Empecemos por describir el propio edificio. El palacio de los marqueses de Dos Hermanas fue construido a principios del siglo XVII, siendo muy reformado en los primeros años de la centuria siguiente (a instancia del segundo marqués). Su planta posee la particularidad de que el patio se encuentra no en el centro, como es habitual en la capital hispalense, sino al fondo de la edificación, muy separado de la entrada y sin crujía de habitaciones en uno de los frentes, pues da a la calle Verde.
Igualmente, posee una pequeña fachada principal que da al callejón antes mencionado, y en su mayor parte está ocupada por una portada de piedra con numerosos elementos clásicos. Se desarrolla en dos cuerpos: el inferior comprende unas pilastras dóricas de fuste acanalado que sostienen el entablamento, con friso de triglifos y metopas. Por su parte, en el segundo cuerpo encontramos un balcón con jambas molduradas y rematado por un frontón partido. En este lugar se hallaría en su origen el escudo de la familia Pedrosa labrado en piedra, hoy desaparecido. La fachada guarda relación con la portada del hospital de San Bernardo y la portada lateral de la iglesia de San Benito (1610-1612), por lo que durante mucho tiempo ha sido atribuida a Juan de Oviedo (1565-1625).
Asimismo, junto a la portada se abren actualmente dos amplias ventanas. La inferior era anteriormente una puerta que fue abierta cuando la casa-palacio pasó a ser corral de vecinos en el siglo XIX.
En cuanto al patio del palacio de los marqueses de Dos-Hermanas antes aludido, presenta doble galería sobre columnas toscanas de mármol, la baja con arcos peraltados sobre columnas toscanas y cimacios, y la alta con medios puntos. Las enjutas se decoran con cartabones en ambos pisos. En el centro del patio se conserva una fuente de azulejos del siglo XVII, con forma estrellada. Destacable es también el mirador, de arcos de medio punto sobre columnas de mármol. Muy significativas son las cubiertas de las distintas habitaciones y, particularmente, la de la escalera, con artesonado de casetones y pinjantes dorados. La escalera, abierta en el ángulo sur del patio, es de un solo tiro y dos tramos, con balaustrada de forja y contrahuellas de azulejos de la época.
Si bien perteneció en un principio al duque de Béjar, en fecha que no hemos podido aún averiguar (debió ser en el primer tercio del siglo XVII) fue adquirido el inmueble por el rico mercader sevillano don Pedro de Pedrosa, para que fuese su casa solariega. En cambio, sí sabemos que en 1624 vivía ya en esta casa-palacio. Esta sería, pues, la residencia oficial de Pedrosa, que en 1639 compró el señorío y jurisdicción de Dos-Hermanas y en 1643 obtuvo el título de Señor de Dos-Hermanas. Cuando falleció en 1655, la casa pasó a manos de su único hijo varón y heredero del título: Alonso José de Pedrosa y Casaus, que seguiría residiendo en esta casa-palacio. Pero en 1657, su madre y nueva tutora, doña María Blanca de Casaus decidió fijar su residencia y la de su hijo en la collación de la Magdalena. Quería doña Blanca alejar a su hijo de todo aquello que recordase a su difunto marido, el referido don Pedro de Pedrosa (fue el suyo un matrimonio muy mal avenido, dicho sea de paso).
Aquel Alonso José de Pedrosa consiguió, en 1679, el título de marqués
de Dos-Hermanas, y, dado su nuevo estatus, prefirió residir en
arrendamiento en el palacio de los Domonte, ubicado justo frente a la
iglesia de San Vicente, y que aún se mantiene en pie. Pensaba el primer
marqués que la casa-palacio de su padre no estaba a la altura de su
título nobiliario.
En 1692, muere Alonso José de Pedrosa y le sucede
en el título su único hijo, Pedro Manuel de Pedrosa, quien seguiría
residiendo en el palacio de los Domonte. Mientras tanto, la casa-palacio
de Santa María la Blanca estuvo arrendada.
Pero la grave crisis económica que sufrió la familia Pedrosa en 1695 (que a punto estuvo de costarle el título de marqués), obligó a Pedro Manuel de Pedrosa a fijar su residencia en la que había sido, por decisión de su abuelo don Pedro de Pedrosa (fundador del linaje), la casa-solariega de los Pedrosa sevillanos. El marqués volvió a esta casa-palacio en 1701 y, a partir de ese año, procedió a reformarla.
Aquí vivieron también su hijo, Vicente de Pedrosa, III marqués de Dos-Hermanas, y su nieto, Pedro Nicolás de Pedrosa, IV marqués, hasta que estalló la Guerra de la Independencia en 1808. Cuando dos años más tarde, en febrero de 1810, los franceses entraron en la capital hispalense, en el inmueble vivían los dos hermanos menores del marqués, José y Francisco de Pedrosa, que, por cierto, se sucedieron en el título a la muerte de Pedro Nicolás en 1812. Por fortuna, las autoridades francesas respetaron la casa-palacio, por lo que éste ni fue expoliado ni fue sede de destacamento militar alguno. Eso sí, los invasores se llevaron muchos de los documentos del archivo familiar, según relataría años más tarde Francisco de Pedrosa.
Tras la retirada de las tropas francesas, el palacio de los marqueses de Dos-Hermanas comenzó un largo período de decadencia. La crítica economía de la familia Pedrosa hacía imposible la necesaria rehabilitación del palacio. Esa fue la excusa que dio Francisco de Pedrosa, convertido en 1819 en nuevo marqués, para abandonar el edificio, instalándose en otro domicilio mucho más modesto. En la década de 1830, fue vendido a un particular, y a finales de esa centuria pasó a ser casa de vecinos, continuando así hasta bien entrado el pasado siglo.
Afortunadamente, en los últimos años del siglo XX, la casa-palacio fue adquirida por una cadena hotelera, siendo reformada en su totalidad. Aquella adquisición la salvó de la piqueta, devolviéndole el esplendor de épocas pasadas.
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