martes, 14 de marzo de 2023

PLAZA DE DOÑA ELVIRA




 

Doña Elvira era hija del canciller de Castilla don Pero López de Ayala, servidor y cronista del rey Pedro I y de sus tres inmediatos sucesores. Después del sangriento asalto a la judería de Sevilla en 1391, Elvira heredó de su padre buena parte del actual barrio de Santa Cruz, incluido un espacio donde se ubicaría más tarde un corral de comedias; en él arrancaría su carrera de actor y dramaturgo Lope de Rueda, y el mismo Miguel de Cervantes estrenaría varias de sus celebradas creaciones. Dice la leyenda que en el lugar poseía casa solariega el comendador de Calatrava don Gonzalo de Ulloa, donde nace su hija Inés; ambos serían elevados al parnaso literario por Zorrilla en su Don Juan Tenorio. El recinto fue ampliado a mediados del siglo XIX -absorbiendo la plazuela de los Caballos- y rotulado como Plaza Doña Elvira, siendo remodelado a comienzos del XX por el arquitecto Juan Talavera; un magnífico pavimento sustituye al albero primitivo desde hace medio siglo.

A este mágico enclave afluye la calle Vida, y cuenta la tradición que por ella pudieron escapar de la matanza algunas familias en los tristes sucesos acaecidos en la destrucción de la judería. Según relatos románticos, la calleja de la Muerte -hoy Susona- contempló largo tiempo la calavera de la mítica hija de un magnate judío clavada en una escarpia. La callejuela del Ataúd -hoy Gloria-, que también desemboca en la plazoleta, recibía este apelativo debido a que supuestamente Miguel de Mañara cayó desvanecido entre sus paredes en una de sus andanzas nocturnas, escuchando en su trance: "traed el ataúd, que ya está muerto"; la calle dirige al callejón de San Diego, el cual conducía a la barreduela de los Desafíos, misteriosa y solitaria, donde se entablaban duelos de sangre para resguardo del propio honor o por conflictos de amores. La cuarta vía de acceso a la plaza es la de Rodrigo Caro, en la cual se abría antaño la barreduela del Pozo Seco, también propicia para litigios caballerescos.

Doña Elvira enardece con sus arriates de mirtos y rosas, el azahar de sus naranjos, los irisados bancos cerámicos, sus sugerentes casas, y la hermosa pavimentación de losas de Tarifa y enchinado con cenefas de adoquines de Gerena. El hermoso patio-jardín y sus caminos afluentes, a la vera de viejos muros almenados del Alcázar recortados por el límpido cielo azul, siguen embebidos de historia, de misterios, de silencios y de almas de viajeros que palpan el embrujo de sus aires y oyen lejanos llantos sefardíes y ecos legendarios de suspiros pasionales guardados en sus esquinas y rincones.

"¡Cuántas veces te acordaste/ de tu plaza Doña Elvira!.../ de tu tiempo, de tus juegos/ cuando eras una niña,/ por Susona, Venerables,/ Alianza o calle Vida./.../ Tu alma llena de esencias/ al aire de tu Sevilla,/ perfumas con tu presencia/ un jardín en Doña Elvira/ y huele a dama de noche/ porque queda tu "semilla";/ tu alma llena de esencias/ al aire de tu Sevilla..."

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